El pasado 17 de septiembre se conmemoró el Día Mundial de la Seguridad del Paciente, establecido por la Organización Mundial de la Salud en 2019. La OMS estableció ese “Día” con el fin de fomentar el activismo de la propia población en su seguridad en los temas de salud y, en términos generales, promover acciones y desarrollar actitudes que mejoren la seguridad de los pacientes, evitando y reduciendo los daños que puedan sufrir. Como ocurre con muchas celebraciones, el Día Internacional de la Seguridad del Paciente pasó sin pena ni gloria en nuestro país.
Múltiples
iniciativas han sido tomadas por los gobiernos y el sector privado a nivel
mundial durante la pandemia. Puerto Rico no ha sido la excepción, primero para
promover las pruebas y luego las vacunas para combatir el coronavirus. Como
parte de las iniciativas de nuestro gobierno se encuentran las ya famosas y
frecuentes Ordenes Ejecutivas.
Las redes
sociales están repletas de expresiones, haciendo eco a las políticas públicas. Estas
actualmente contienen privilegios de movimiento para los vacunados y lo que muchos
interpretan, la restricción indebida y el desprecio solapado hacia los no
vacunados. Las diferencias de opinión pueden llevar una carga dura de recriminación
y desprecio implícito para el que expresa una opinión contraria a la vacunación,
porque hay la tendencia de primero matar al mensajero.
En la vigente
Orden Ejecutiva se incluyó un lenguaje que, al ser interpretado, en mi opinión,
-y estoy vacunado – puede provocar gran perjuicio a los no vacunados. En ese
espectro no solo se encuentran personas que no se vacunan porque no les da la
gana. También hay otras que están impedidos o no desean haceróno por alguna
razón médica u otra que, para ellos, es completamente válida.
Pacientes
en Puerto Rico están siendo requeridos a presentar una prueba negativa, como
condición para poder recibir servicios médicos ambulatorios para sus condiciones
crónicas. Haciendo una interpretación más restrictiva que la Orden, algunos médicos
se autodefinen “operadores privados” y no atienden pacientes nuevos a menos que
estén vacunados o presenten prueba de PCR negativa. Ocurre en las oficinas
médicas que atienden normalmente condiciones crónicas, como si los vacunados no
pudiesen contagiar al que no lo está. ¿Vale exigir pruebas negativas a los no
vacunados para acceder a una oficina médica, cuando algún vacunado en su
interior, contagiado pero asintomáticos los puede contagiar?
De las
advertencias del CDC, esas que no leemos, surge que personas que les baja el
sistema inmunológico debido a que toman ciertos medicamentos, puede que no estén
protegidos. Ello, aunque se hayan vacunado completamente.
Si una
persona muere por COVID, porque decidió no vacunarse, es desafortunado que haya
la tentación de pensar que esa persona “se lo buscó”. Y no tiene que ser así. La
empatía incluye entender que lo que para uno es un disparate, para otro es
genuino. Demasiadas actitudes tienen su origen en la desinformación, pero otras
nacen de la crianza, de los valores personales y de las experiencias
individuales. ¿Por qué no ser empáticos? Debemos aspirar a ser una
sociedad que proteja a sus pacientes…, a todos.
¿Qué
hacemos con los no vacunados? ¿Los tiramos a pérdida? ¿Los encerramos en sus
hogares? ¿Qué ocurrirá con los que tienen condiciones crónicas de salud que no
se pueden o no se quieren vacunar? ¿Será posible que no reciban la atención
médica que requieran sus condiciones? La seguridad del paciente debe conmemorarse,
pero debe ser aspiración continua e incondicional en una sociedad empática.
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