domingo, 26 de septiembre de 2010

"White Coat – Will Travel" ... batas blancas brincan el charco


Me apasiona escribir sobre la impericia medica o negligencia hospitalaria, entre otras tantas razones, porque me lo creo cuando mucha gente me dice que, de esa manera, estoy poniendo mi “granito de arena” y contribuyendo a la vigencia de este importante tema, particularmente respecto a su incidencia en Puerto Rico y la interacción en el sistema de salud de pacientes, médicos, abogados, jurados y tribunales. Me gusta la crítica, especialmente cuando yo la hago, aunque no le temo ni me amedrentan las ajenas. Ya una vez el colegio de médicos de mi país intentó censurarme - en vano - y acallarme mediante la radicación de una queja en mi contra en el Tribunal Supremo. De esas que los abogados con respeto llamamos “in re” y a las que les sacamos el cuerpo como el diablo a la cruz. Así que, en última instancia, señalarle a ese gremio sus fallas - y los errores a algunos de sus componentes negligentes - no me ocasiona ninguna pérdida de sueño. Ya saben que tengo al veterinario de mi perrita Filo de “back-up”, en caso de que me enferme.

Noticias que no sorprenden a nadie amanecen en los diarios. Como si hubiesen descubierto la sopa de ajo, al fin algunas figuras prominentes y muy respetadas, dentro y fuera de esa profesión, admiten abiertamente que la falta de plazas de entrenamiento para hacer especialistas médicos en el país incide sobre la nimia merma de médicos o la muy mentada “fuga” de galenos en dirección a los EEUU. No es el temor a las demandas de impericia médica y a los abogados, ni que sus primas de seguro les hayan aumentado, no. Se van o no regresan cuando terminan sus residencias en alguna especialidad, sencillamente porque en este país no consiguen la retribución económica a la que, con todo derecho, aspiran. En pocas palabras, lo realmente importante, al final del día, es el «vil dinero».

Gran parte de mis años de infancia, frente al televisor, transcurrieron mirando algunos programas ‘enlatados’ que nos llegaban del norte, entre los que se encontraba uno muy popular de la cadena CBS llamado «Have Gun - Will Travel». Esa serie fue conocida en español con el título de Revólver a la Orden, en alusión a un pistolero, apodado “Paladin”. Aunque la historia subyacente trataba sobre el reto constante del protagonista para encontrar y acabar con la vida de un matón, el nombre que le dieron a la serie televisiva realmente implicaba el alquiler de los “talentos” del pistolero al mejor postor, dispuesto a viajar a cualquier lugar en pos de realizar su trabajo. Era protagonizada por el actor Richard Boone, un tipo narizón, con bigote acicalado, cara de pocos amigos y vestido de negro.

Esa aparente digresión, proveniente de un rinconcito de mi polvorienta memoria, realmente no lo es y se me antoja pertinente a la situación de estos buenos profesionales que se van de Puerto Rico. Ellos cruzan el charco, con el objetivo de hacer sus vidas y continuar ejerciendo allá su profesión, dejando a los pacientes de nuestro país desprovistos de sus “talentos”, yéndose en pos del mejor postor. Ello, luego de haberse educado completamente y haber estudiado medicina en Puerto Rico, muchas veces, aprovechando las oportunidades y los recursos económicos y académicos que les ha provisto el Estado a los largo de los años.

Aunque así parezca, nadie crea que los juzgo y que los culpo por brincar la verja; allá ellos con sus conciencias y particulares situaciones personales. Lo cierto es que, en sentido estrictamente figurado, ellos ponen a la venta sus batas blancas y escalpelos al mejor postor, para atender la salud de los pacientes de otra nación que, por más que algunos pretendan creer lo contrario, no es la suya.

Quizá en su posición haría lo mismo, no lo sé. Lo que me parece absurdo es que mucha gente aún insiste en achacar esta llamada “fuga” al sistema compensatorio vigente en los casos de impericia médica y a los derechos que actualmente tienen los pacientes que han sido víctimas de profesionales de la salud negligentes. Pero, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Tomo sin permiso de un amigo, sus razones para "irse": Dice y cito: "Las actitudes mantenidas por el gobierno de turno producen las condiciones idoneas para la emigracion masiva de profesionales fuera del pais. Sin trabajos viables, no nos dejan otra alternativa. Y Los vagos y mantenidos....bien gracias!!! Que pais tan colmado de ironias !!!"

Pretenderán las sociedades, asociaciones y colegios médicos buscar todo tipo de justificaciones para limitar el acceso de las víctimas de impericia a buscar verdadera retribución de sus daños en los tribunales. Hay estudios para todo y todos los gustos y, en referencia a la famosa serie, pistoleros a la orden del mejor postor. Y pensándolo bien, quién sabe, quizá lo consigan. Tal vez puedan conseguir algunos jueces que resuciten el embeleco del panel de arbitraje o tal vez lograr que nuestra legislatura reduzca el período prescriptivo que tienen actualmente los menores e incapacitados para reclamar por sus daños.

El arsenal de ideas y la creatividad de nuestros legisladores, para hacer ver que hacen y algunos lidiar con el ocio que tienen en sus oficinas, parece ser ilimitada en estos días. Además, es historia contemporánea y noticia de periódico de ayer que mucha de esta gente que se elige en nuestro país ha legislado también . . . a la orden del mejor postor.

Nota 10-26-10
El gobernador Fortuño se hizo eco de la gran ignorancia que existe sobre el tema. Lean lo que dijo al respecto en su mensaje de anoche sobre la reforma contributiva: "La fuga de nuestro talento médico, incluyendo enfermeras y tecnólogos médicos, es un problema que tenemos que afrontar. Muchos de nuestros médicos se están yendo de Puerto Rico, entre otras cosas, por el abuso de los litigios frívolos de impericia médica. Tenemos que finalmente ponerle un tope a esos casos para evitar que nuestros médicos se vayan y para abaratar el costo de proveerle los mejores servicios de salud a nuestra gente."

Es decir, que los médicos se van de Puerto Rico, porque en EEUU no los demandan.

Nota de 24 de diciembre de 2010:
En estos días circula una noticia a los efectos de que 500 mil boricuas han abandonado el país desde el año 2000. Presumo que todos no han sido médicos huyéndoles a las demandas de impericia médica, ¿o sí?

sábado, 4 de septiembre de 2010

Impericia médica ... de la "A" a la ZETA


A menos que sean eventos locales, las noticias sobre sonados casos que tienen que ver con alegaciones de impericia médica que ocurren en el mundo llegan a Puerto Rico, y estoy seguro que al resto de Latinoamérica, al día siguiente. Así nos llegó la noticia sobre alegados actos de impericia del médico personal contratado por Michael Jackson y, a diario, nos llegan noticias de todas partes que validan el eslogan de que todos somos pacientes y que podemos resultar en cualquier momento, víctimas de alguna negligencia, impericia o, como le llaman en algunas partes, incluyendo Argentina, la cuna de ADEPACI: mala praxis médica.

Esta vez se trata de Michael Douglas, tocayo del rey del pop, quien, a mitad de agosto pasado, recibió la triste noticia de que tenía cáncer en la base de la lengua, en una supuesta etapa IV. Aunque la noticia no añade otros componentes para medir su severidad, tales como el tamaño relativo del tumor, si ha invadido nódulos linfáticos o ha metastizado, presumo que la enfermedad, como tal, le fue diagnosticada en una etapa bastante avanzada, pero aún susceptible de tratamiento, que, esperanzadamente, el actor comenzará pronto con evidente positivismo.

Hijo del extinto y muy recordado Kirk Douglas, como el que lo hereda no lo hurta, Michael Douglas ha actuado en roles principales en alrededor de cuarenta películas, muchas de las cuales hemos podido ver. Entre éstas se encuentran "Fatal Attraction" (1988), "Wall Street" (1988), "War of the Roses" (1990), "Basic Instinct" (1992) y "Traffic" (2001), en la cual actuó junto a nuestro embajador actual en Hollywood, el boricua Benicio del Toro.

Pero basta de farandulería y volvamos a nuestro tema acostumbrado. La bella esposa del actor, Catherine “Zeta” Jones, contrafigura de Antonio Banderas en “El Zorro”, aparentemente anda que echa chispa con los múltiples médicos que el hombre visitó, por varios meses, por un dolor constante de garganta y de oído que no se le quitaba. En pocas palabras, doña Zeta alega que hubo dilación en diagnosticar el cáncer de su marido y que, debido a ello, sus probabilidades de sobrevivirlo han sido dramáticamente reducidas.

Nadie puede negar que el cáncer sea una condición sumamente peligrosa, que amenaza la vida misma del que es diagnosticado y el serio disloque emocional y económico de su entorno familiar. La Sociedad Americana del Cáncer recopila estadísticas pertinentes anualmente,con el fin de gestionar y destinar fondos para realizar estudios en aras de comprenderla mejor y hasta buscar vías alternas para combatirla. Aunque los números proporcionalmente en la últimos quince años han experimentado una merma, esta enfermedad, en sus distintas modalidades y focos de origen, aún mata solamente en Estados Unidos de Norteamérica más de medio millón de personas, estimándose que en el año 2010 la contraigan más de 1.5 millones.

Cuando ocurre una dilación en el diagnóstico de cáncer, no hay duda de que las probabilidades que la persona tiene para sobrevivirlo se disminuyen. Todos hemos escuchado palabras y frases tales como metástasis, tumor canceroso, etapa I a la IV, período de remisión, radioterapia, quimioterapia, etcétera. Algunos tipos de cáncer pueden ser diagnosticados solamente cuando están en una etapa avanzada, como ocurre con el cáncer del páncreas. Por el momento en que es factible diagnosticarlo, las probabilidades de sobrevivencia de este cáncer, que cobró recientemente la vida del Alcalde de Caguas Willie Miranda Marín, son mínimas, por no decir ningunas.

En la dilación en el diagnóstico de esta grave enfermedad, y su tratamiento, pueden incidir varias circunstancias que van desde el tipo de cáncer, su localización, su extensión y, en muchas ocasiones, la renuencia voluntaria o involuntaria de la persona a recibir evaluación de un médico cuando percibe algún síntoma, hasta la inducción de muchos pacientes ingenuos por algunos charlatanes que les venden remedios naturales/caseros y médicos que promocionan vacunas fatulas, como ocurrió en uno de mis casos. Sin embargo, la dilación en el diagnóstico de cáncer puede ser también el resultado de la impericia o negligencia médica y a ésta nos referiremos. Lo haremos con énfasis en Puerto Rico pero, particularmente, tocando los servicios médicos dirigidos al sector más pobre, que, a fin de cuentas - y distinto al caso de don Michael, pero sin menospreciar este mercado privilegiado - puede ser objeto, con mayor frecuencia, de este tipo de negligencia.

En la muy trillada reforma de salud del ex gobernador Pedro Rosselló, a mediados de la década de los noventa, Puerto Rico adoptó el sistema de pago por capitación o “capitation”, como se conoce en el idioma inglés. Actualmente esta reforma de salud cubre casi la mitad de la población boricua, clasificada por Medicaid o Medicare como medicamente indigente. A esta población se le da la llamada “tarjetita de Rosselló”. Me abstengo, con mucho esfuerzo de mi parte, de criticar esta reforma de salud. Este embeleco tiene ya bastantes detractores, especialmente en la comunidad médica, como para añadirle uno más de este lado de la cancha. Atenerme al tema que me ocupa es más importante y medular en este momento.

En forma resumida, a cada participante de la reforma de salud, se le asigna un IPA (Independent Practice Association), es decir un grupo de médicos que se unen corporativamente, para proveer servicios médicos a un determinado número de personas. Este grupo de médicos controlan los referidos a los distintos especialistas y a los servicios ancilares, como pueden ser las pruebas especializadas de diagnostico tales como pruebas de laboratorios, tomografías computarizadas (CT-scans), tomografías por resonancia magnética (MRI) y otras por el estilo, que se utilizan mucho en condiciones sospechosas de cáncer. El gobierno, que administra la “tarjetita de salud”, paga mensualmente al IPA una suma determinada de dinero, que es calculada en base a las personas que le han sido asignadas dentro del universo del sistema, requieran o no requieran cualquier tipo de servicio de salud. Este método se ancla, desafortunadamente, en la premisa económica de que mientras menos personas requieran de los servicios de salud, mayor será la suma de dinero que se hará eventualmente disponible para el bolsillo de los médicos que componen el IPA.

Esta cruda e injusta realidad con el paciente ha motivado una nueva reforma de salud que el actual gobernador pretende implantar en su mandato. Sin embargo, hasta que otra cosa se provea, el método de capitación en el pago en el sistema de salud actual, y limitándonos al tema que hemos escogido, ha resultado, en múltiples ocasiones y seguirá resultando en dilaciones en el diagnóstico de cáncer, disminuyendo así las probabilidades de sobrevivencia del que lo padece. El método de capitación promueve que médicos primarios opten, muchas veces, por manejar al paciente, negándoles referidos necesarios y apropiados a especialistas y a los servicios ancilares que pueden propiciar un diagnóstico temprano.

Cuando esto ocurre, como seguramente hará doña Catherine Zeta Jones, un paciente de cáncer o su familiar puede consultar un abogado que, junto a un perito médico, podrán determinar si existe o no una situación meritoria de dilación negligente en el diagnóstico que puede dar base a una reclamación de daños y perjuicios por impericia médica. Porque, aunque no seamos Michael Douglas, todos tenemos derecho a recibir el mejor servicio médico disponible, de la “A” a la ZETA.