domingo, 20 de septiembre de 2009

PASAJE A LA CHARDON... todo es según el color del cristal con que se mira


Por el estado político vigente, que muchos catalogamos de colonial en la Isla de Puerto Rico desde que los norteamericanos la pisaron en 1898, radica en nuestro suelo la corte federal para el Distrito de Puerto Rico, llamada originalmente la corte colonial. Por virtud de una ley federal, que cubre no solo a nuestra patria, sino a los estados de ese país, residentes bona fide de un estado pueden presentar demandas en la corte federal de distrito de otro estado donde hayan sufrido daños y perjuicios. Por ejemplo, si un daño ocurre en Puerto Rico pero al momento de instarse la demanda el demandante reside de manera permanente en algún estado de EEUU o en una nación extranjera, éste puede presentar su demanda en la corte federal de aquí.

Un médico me escribe en torno a este tema y quiero compartir su correo con mis lectores.
“Leí la carta de la mamá del niño con perlesía cerebral y otros ensayos que has escrito... Ahora te voy a hablar sobre la otra parte. La impericia médica existe y doy fe de eso porque sabes que he sido perito en casos de demandantes. Sin embargo, lo que yo no puedo tolerar es que un caso en donde ocurrió algo no deseado o el tratamiento médico tuvo un resultado sub óptimo sea interpretado por algunos como malpractice. Tampoco creo justo que si un medico cometió impericia algunos abogados vayan detrás de las propiedades y de los ahorros de sus vidas. Is it all about money?

Denigra también la profesión de la abogacía la práctica de algunos de mudar al paciente para los EEUU solo para poder radicar los casos en la corte federal y así ganar más dinero. ¿Hasta dónde se puede prostituir esto? Muchos consiguen peritos ("hired guns") que dicen lo que sea por dinero. ¿Donde está la ética? No he visto a ningún abogado que lo demanden por impericia en la federal y hayan mudado al cliente. Estamos claros que la impericia existe. ¿Pero hasta donde se manipulan los hechos con el fin de obtener dinero? Por eso es que se radican los casos en el tribunal federal. Algunos abogados entienden que un jurado les dará millones porque, según ellos, probablemente no entiendan las controversias médicas en el caso.
No puedo entender que mis hijos estén a riesgo de heredar deudas y hasta tener que irse a quiebra por algo que no pude prever en mi buena fe. ¡Y esto me puede pasar todos los días! ¿Hasta cuándo? Por eso es que hay muchos médicos empleados en el Centro Médico. No se atreven trabajar afuera. Y esos son los supuestos académicos. ¿Y los demás que somos?
Bueno, otro día filosofamos en persona lo cual me encantaría por considerarte una persona honesta y de quien se puede sacar una buena experiencia.
Alfonso Serrano, MD
PD: Si quieres lo puedes publicar en tu blog”

Es comprensible y razonable, que un médico se preocupe por las demandas de impericia médica. SIMED, el sindicato de aseguradores del riesgo en Puerto Rico, asegura la mayoría de los médicos locales en contra esta eventualidad, pero solo ofrece una cubierta de $100 mil por incidente. Por su parte, Triple S cuenta con un ofrecimiento mayor, de $250 mil por incidente. Actualmente hay ofrecimientos en el mercado de seguros, por el exceso de esas cubiertas, pero la percepción de muchos en nuestra Isla , real o no, es que prevalece desde hace unos cuantos años un problema de cubierta de seguro de negligencia profesional médico hospitalaria para afrontar la exposición al riesgo existente.

Si un tribunal o jurado aquilatara en su justa perspectiva y adjudicara, como debiera, una compensación económica por los daños sufridos en estos casos, no hay duda que la preocupación es comprensible y lógica. Si el ente que adjudica los daños lo hace o no, es tema para otro ensayo.

El Dr. Serrano plantea en su correo varios asuntos de un mismo tema que son dignos de discusión. Habla de su preocupación de que se interpreten resultados sub óptimos en los tratamientos como impericia. Debo asegurar de entrada que, salvo raras ocasiones, un abogado no interpreta eso. Si lo hace, está equivocado. Es conocido que un resultado sub óptimo no debe ser interpretado como “malpractice”, excepto en la situación en que realmente haya incurrido en negligencia en su tratamiento del paciente. Dicho de otra forma, un abogado que se confronte con unos hechos para hacer una determinación de mérito, no debe analizar el caso desde la perspectiva del resultado. Eso sería un enfoque viciado que no resultaría en un análisis jurídico correcto. En los casos de impericia médico-hospitalaria la habilidad del artífice no necesariamente se conoce por su obra, sino por sus hechos que provocaron el determinado resultado.
En su escrito, el galeno implica también que es la práctica de muchos abogados mudar al cliente a EEUU con el fin de que la corte federal adquiera jurisdicción mediante el estatuto de diversidad. No puedo dar fe de que esta práctica esté sucediendo o haya sucedido en el pasado pues no tengo conocimiento personal de algún caso en que se haya hecho. He escuchado rumores, como probablemente los han escuchado muchos abogados y médicos en nuestro país. Si ello ocurre o ha ocurrido, con el único fin de ganar acceso al foro federal, es una práctica que debe ser condenada por todos, por ser no solo ilegal sino inmoral. Sin embargo, si la llamada mudanza de Puerto Rico hacia EEUU se da con el objetivo de procurarse servicios médicos y de rehabilitación, que son difíciles o imposible de obtener para con ello conseguir una mejor calidad de vida para la víctima de impericia médica y de sus familiares, y de paso se gana acceso al foro federal, ello no debe tener nada de censurable.

En cuanto a que es injusto que se vaya tras las propiedades y ahorros de una vida de un médico que comete impericia médica, me veo obligado a decir que esta moneda tiene dos caras. Lo que es injusto para unos puede ser lo más justo y razonable para otros. Tengo que apuntar, sin embargo, que la percepción de los médicos a la exposición al riesgo en estos casos está siendo sobreestimada. Es decir, en un porciento abrumador de casos, me atrevo decir que más del 95%, el médico negligente responde solamente con la póliza de seguros que ha venido por ley obligado a comprar.

La percepción de la exposición al riesgo que tienen los médicos es real solamente en los casos de muerte o grave daño corporal, que son la minoría de los que se presentan, como pueden ser los casos que mayormente son presentados en la corte federal. Aunque no lo dice, el médico que nos escribe percibe la jurisdicción federal obtenida por, lo que podríamos catalogar como fraude, como un problema real en nuestro país para ellos. Y en eso estamos totalmente de acuerdo.

Los médicos y hospitales demandados, sin embargo, no están desprovistos de excelentes abogados. En muchos casos, el desbalance en experiencia y talento entre abogados del caso es, casi siempre, a su favor. En el descubrimiento de prueba, estos abogados, de cuyo profesionalismo y entrega a sus clientes puedo dar fe, escudriñan las razones tras la mudanza de los demandantes y exigen evidencia fehaciente que pueda o no servir de apoyo a las alegaciones de residencia bona fide en EEUU. La determinación de si el caso se queda o no en la corte federal, en última instancia, depende exclusivamente del escrutinio judicial federal que, aseguro, cada día es más exigente y restrictiva de su jurisdicción en torno a este particular.

Finalmente quiero comentar la pregunta retórica que plantea el doctor Serrano: “Is it all about money?”

Nuestro sistema de justicia, a diferencia de muchos países, como he dicho antes, provee, como exclusiva retribución de los daños y perjuicios, una compensación económica que pretende, en teoría, colocar a la víctima en la misma posición que estaba antes de sufrir el daño. A mi juicio, esa pretensión me resulta un tanto idealista y se queda corta, pero es lo que tenemos. Por distintas razones, que no son objeto de discusión en este escrito, en Puerto Rico no tenemos investigaciones ni radicaciones de cargos criminales contra los médicos en estos casos. Por otro lado, nunca he sabido de medico alguno que 'dé cara' y acepte ante el paciente o sus familiares, que ha cometido un error y se disculpe con ellos. A nivel de experimento, los hospitales de veteranos en los EEUU adoptaron hace unos años una política de aceptación de negligencia, disculpa con el paciente y sus familiares y otrogación de compensación expedita, que ha logrado efectivamente disminuir las demandas de impericia médico-hospitalarias en su contra. Eso no ocurre aquí en Puerto Rico y en otros escenarios conocidos.

Por mi experiencia, de más de dos décadas trabajando en este tipo de casos, puedo apostar que las víctimas de impericia médico-hospitalaria optarían, si pudieran, por presentar acusaciones criminales en contra de los médicos y quizá, como un remedio secundario no en todos los casos, reclamar la compensación económica. Tal vez de esa forma, los pacientes se sientan mejor retribuidos y se disminuyan las demandas, que, al fin y al cabo, es lo más que preocupa a los médicos, ¿no?

lunes, 14 de septiembre de 2009

Tras un diagnóstico de perlesía cerebral


He escrito en variadas ocasiones sobre la perlesía cerebral como resultado de la impericia médica. En un anterior ensayo sobre este tema concluía que detrás de cada niño especial definitivamente existe un padre especial y cada día me convenzo más de ello.

Estando la pasada semana fuera de Puerto Rico, recibí un correo electrónico de parte de una madre especial de un niño especial que sufre de perlesía cerebral desde su nacimiento, como resultado de una impericia médica. En ese caso demandamos al médico obstetra y al hospital que tenía al otro médico empleado. Hace alrededor de dos años que en esa demanda se obtuvo una compensación económica, tanto para beneficio del menor como de sus padres. La correspondiente al niño, por supuesto, fue consignada para su beneficio en el tribunal, sujeto a la autorización judicial previa para su uso, aunque la de sus padres la han destinado también para su hijo.

El correo recibido me emocionó mucho y no quise esperar más para compartir parcialmente su contenido con mis lectores. Con su autorización previa, lo he editado un poco con el fin de proteger la identidad de los protagonistas, cuyos nombres son ficticios, por supuesto.

“Saludos Licenciado,
Espero que usted y su familia se encuentren bien. No sé si ha visto fotos recientes de Antonio, pero ¡ya está caminando con bastones!!! En mayo lo llevamos a Alemania para el trasplante de’ stem cells’ que le había mencionado en un momento dado. En julio lo llevamos de nuevo a las terapias intensivas en Orlando. A la Vista sobre autorización judicial llevé a Antonio y se robó el corazón de medio mundo en esa Sala.
El trasplante fue con células autólogas de su médula ósea. A los 4 días notamos una mejoría bien notable en la espasticidad y fue progresivo. Estoy segura que esto lo ayudó grandemente a poder caminar con bastones y a mejorar su balance.Ahora estoy investigando de un Programa de Alimentación Intensiva en Virginia donde trabajan en ayudar a niños como Antonio a mejorar en esta área. Antonio aún come sólo puré, yogurts, ‘baby foods’ y líquidos. Ayer hablé con una persona del programa y el asunto sale entre $1,300 - 1,500 DIARIOS y puede extenderse a varias semanas. Ya Antonio camina y está en la escuela así que me siento lista para regresar al grupo laboral.
¿Por qué le dejo saber esto? Para que vea que hoy en día algunos miles de dólares no dan para mucho cuando uno tiene un niño con necesidades especiales. Pero gracias a Dios, lo de la demanda nos ha ayudado a tener a Antonio como se encuentra hoy. Hay madres que me han dicho que prefirieron no demandar en sus casos, pero yo les dejo saber que si no fuera por eso Antonio no estuviera tan adelantado porque, definitivamente, el peso económico es gigantesco. No hubiéramos podido ofrecerle las oportunidades que ha recibido hasta ahora.
Nada, sólo un largo "up-date" del nene porque sé que también podría beneficiar a otros niños que usted conozca. Muchas gracias por su lucha contra la impericia médica.”


Los niños con perlesía cerebral requieren y requerirán toda su vida de muchos cuidados especializados, como testimonia el contenido del correo que les copio. Huelga decir que este cuidado resulta sumamente costoso y hasta complicado.
Los niños con perlesía cerebral merecen la oportunidad de tener una mejor calidad de vida y el único vehículo que tienen para lograrlo resulta ser el esfuerzo combinado de sus padres. Por la confusión que puede haberse generado la comunicación, quiero, por último dejar bien claro que los padres que decidieron alguna vez no demandar no lo tienen todo perdido. deben conocer que aún tienen oportunidad para reclamar una justa compensación para sus hijos. Los padres de estos niños especiales aún tienen la oportunidad de intentar mejorar su calidad de vida, si es que la condición del niño o de la niña fue el resultado de una impericia médica o de negligencia hospitalaria.

Los adultos renuncian a sus propios derechos a reclamar sus daños cuando no los ejercitan dentro de un período de tiempo relativamente corto, porque la ley presume que la inacción denota dejadez y falta de interés en reclamarlos. Sin embargo, los niños con perlesía cerebral están incapacitados y, por ello, nuestro sistema de derecho concede a los padres la oportunidad de reclamar en los tribunales, no ya sus derechos que renunciaron, sino los derechos de sus hijos a una compensación justa y razonable por sus daños.

Estos niños especiales MERECEN justicia que llega mejorando la mejor calidad de vida que los padres, junto a sus abogados que defendemos y reclamamos sus derechos en los tribunales, podamos brindarles. Luego de un diagnóstico de perlesía cerebral, estos niños no merecen nada menos que eso.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Aspiraciones tronchadas?


De vez en cuando dejo atrás las lecturas obligadas sobre mis casos de impericia médica, las historias de ficción de abogados (John Grisham) o de médicos (Robin Cook) y tomo algunos de los libros de autores de Puerto Rico que he decidido leer y que, muchas veces, descansan, uno sobre otro, sobre mi mesita de noche en espera de que abra sus páginas y las lea con avidez.

Esta vez le tocó el turno a don José Trías Monge, otrora Secretario de Justicia bajo Muñoz y presidente del Tribunal Supremo del País por un poco más de 10 años, hasta su retiro en 1985. Su permanencia en nuestro más alto foro judicial coincidió con mis primeros años del ejercicio de mi profesión de abogado, por lo que su tribunal marcó, para mí, el comienzo de una carrera profesional de la cual he derivado muchas satisfacciones.

Don Pepe, como le conocían sus allegados, luego de haber estado ligado, él y su bufete, al Partido Popular Democrático, publicó en 1997 el libro en el idioma inglés que tituló “Puerto Rico, The Trials of the Oldest Colony in the World”. Como su título sugiere, la tesis central del autor gira en torno al planteamiento de que, luego de casi 100 años de la invasión norteamericana a Puerto Rico, contrario a las aspiraciones políticas diversas de la población, a lo largo de todos estos años, el País se encuentra sumido en el mismo estado colonial en que lo encontró el advenimiento del siglo 20. Ello, no solo para desgracia de nuestro País, sino para vergüenza del propio país colonizador, Estados Unidos, alegado paladín de la democracia mundial y forjador de muchos gobiernos que dejaron atrás, por su intervención, sistemas dictatoriales y coloniales.

Quiero a continuación citar en una traducción libre, el párrafo, quizás, más logrado que tiene ese libro, porque tiene la virtud de sintetizar en unas pocas palabras la situación vigente en nuestro País: “A medida que el centenario del advenimiento de las tropas norteamericanas a Puerto Rico se acerca, las condiciones políticas, económicas y sociales de la Isla son nada de lo que Estados Unidos o Puerto Rico pueden sentirse orgullosos. Grandes desarrollos se han logrado en varias áreas, pero a un alto costo. En el proceso, en una extensión deplorable, los puertorriqueños se han convertido en adictos a las dádivas, se han acostumbrado a condiciones de inferioridad política y se han tornado indiferentes a la erosión de la identidad nacional”.

Nada ha cambiado desde el momento en que Trías escribió su libro y eso deja un profundo sabor de amargura en un lector que nunca se ha sentido parte de la corriente. Seguramente el mismo sentido de amargura del autor fue el dínamo que lo impulsó a escribir de la manera en que lo hizo. Seguramente la misma frustración que motivó a Neruda a escribir sobre la libertad del hombre y de la tierra y a tantos otros autores o políticos de buena fe que fueron víctimas de sistemas políticos que intentaron cambiar.

En mis años de estudiante había un dicho común entre la población adulta y votante que, medio en broma y medio en serio y refiriéndose a la situación en Puerto Rico decía que “esto no lo arregla ni Mari Brás.” Cuando leí el párrafo que cito del libro de Trías recordé a don Juan, quien a sus 80 y tantos años se encuentra dictando cátedra de derecho en Mayagüez y de cuya voz, de vez en cuando, surge la conciencia de un País que sigue en desbandada a pesar de los años y de las luchas.

Como parte de la generación inconforme de los 70’s, la de los revoluces en la UPR, pasé mi juventud bajo la firme creencia de que nuestras ideas y actuaciones arreglarían al mundo que, en esos tiempos, daba la impresión de estar al garete. Me falta poco para llegar a las seis décadas de vida y el mundo sigue estando al garete y, al igual que muchas generaciones que me preceden, la mía tampoco ha hecho mucho por arreglarlo, quizás por imbuirnos en nuestros propios problemas y circunstancias personales, mientras hemos abandonado los del colectivo.

El mundo que probablemente legaré a mi descendencia resultará peor que el que legaron mis padres. Seguimos en la misma bazofia política que Muñoz Rivera, De Diego, Barbosa, Albizu, Muñoz Marín, Fernós, Juan Mari, Berríos y otros, cada cual con su prisma, han pretendido variar desde 1898. Estados Unidos sigue inmerso en sus propios problemas, siendo indiferente y resultándole irrelevante los que sufre la colonia más vieja del mundo.

Resultaría penoso que mi generación no deje ejemplos de políticos que mi descendencia pueda emular. Todo parece indicar que tendrán que seguir pensando en los mismos que la mía intentó emular, si es que se intentó, con los resultados que tenemos.
¿Habrá una luz de esperanza para nuestro País? Espero que antes que enganche los guantes la pueda ver. Quiero dejar un mundo mejor.