viernes, 31 de agosto de 2007

¿Con plomo o sin plomo?




El médico que atendió a Ludwig van Beethoven ganó por un pelo, literalmente, el caso de impericia médica levantado en su contra por los historiadores. Aunque el titular de la noticia parece implicar lo contrario, lo cierto es que, el patólogo que publicó el estudio sobre el tema, aplicando el alegado estándar médico que prevalecía en ese tiempo, concluyó que su colega no tenía forma de saber que su tratamiento realmente estaba matando al músico.

Para drenar el líquido del abdomen enfermo y distendido el galeno le hizo a don Beto, de paso uno de mis niños prodigios favoritos, cuatro punciones que sellaba luego con un ungüento hecho con un alto contenido de plomo. Los antibióticos aún no habían sido inventados, así que, a falta de éstos, esta “cremita” tenía el propósito de evitar que las bacterias proliferaran en el perímetro de las heridas ocasionadas por tales drenajes y que así ocasionaran las temidas infecciones.

Una necropsia practicada a raíz de su muerte reveló que la condición abdominal del genio musical alemán tenía su origen en una cirrosis del hígado, lo que aparentemente desconocía su médico de cabecera, un tal Dr. Wawruch. Tratar con plomo las punciones abdominales exacerbó la condición hepática pre-existente de su paciente, que murió finalmente a consecuencia de ésta el 26 de marzo de 1827.

En un ejercicio puramente académico , un estudio reciente de una muestra del cabello del prolífico compositor hecho por un patólogo vienés de apellido Reiter, favoreció la tesis de que las dosis de plomo que le administraba su médico por medio del ungüento no eran de tal magnitud como para matar a nadie completamente saludable. ¿Acaso alguien dijo que el pianista era saludable al momento de instaurarse este tratamiento? Según su biografía, don Beto padecía de pulmonía y era tratado hacía meses por el mismo Wawruch con medicamentos con un alto contenido de plomo. Unos fragmentos de los huesos del ilustre compositor, utilizados en un estudio previo, habían arrojado un alto contenido de plomo, aunque, por la cronicidad de la condición, era improbable vincular a Wawruch con ésto. Ambos estudios leidos en conjunto parecen implicar ahora que el envenenamiento del organismo del músico con plomo fue iniciado muchos años antes de que comenzara el tratamiento de Wawruch, lo que sirvió seguramente para que el patólogo vienés lo exonerara de su impericia.

¿Era previsible para el galeno Wawruch el que don Beto no aguantara más plomo corriéndole a diestra y siniestra por su debilitado organismo? Como puntualiza la noticia, el carácter tóxico de este mineral ya era conocido para esa época. Por otro lado, conocemos que el cloruro de lima o soda era usado desde 1822 como desinfectante o anti bacterial, por lo que ciertamente existían opciones igualmente efectivas al plomo que utilizó el galeno en su tratamiento. Además, el doctor nunca averiguó lo que provocaba la distensión del abdomen, conformándose con el paliativo de drenar el líquido que se acumulaba en la cavidad abdominal sin más, que era solamente uno de los signos de la condición potencialmente fatal que debió haber exhibido el pobre hombre. Creo que ésa debió haber sido la controversia. Yo no lo hubiese exculpado; pero, de todas formas, el caso está prescrito.

domingo, 26 de agosto de 2007

La impunidad del perjurio



¿Qué ocurre cuando algún testigo es agarrado diciendo una mentira en un juicio?
Incurrir en “perjurio” significa que una persona declara algún hecho falso esencial, de manera intencional, cuando está bajo juramento en un procedimiento judicial, legislativo o administrativo. La persona jura decir la verdad pero, a sabiendas, miente.

Huelga decir que, en mayor o menor grado, todos hemos dicho mentiras que, muchas veces y a manera exculpatoria, calificamos de blancas. Para salir del paso, para ocultar deliberadamente hechos que no deseamos se conozcan, para justificar ciertas actuaciones propias o de terceros; en fin, la mentira, desafortunadamente, es algo con los que tenemos que lidiar en nuestras relaciones interpersonales día tras día. De conocerse la ‘verdad’, esas mentiras, que se me antoja calificar de “extrajudiciales”, pueden meter al que las ofrece en un lío con alguien a quien ama o aprecia o, simplemente, con un extraño. Una mentira hecha como parte de un testimonio bajo juramento, empero, es cosa seria y, además de meter al que la dice en un lío, la pone en riesgo de cárcel.

Como si fuera una verdadera plaga, en los últimos meses he tenido que lidiar con varios médicos que mienten descaradamente en juicio. Afortunadamente en estos casos, el tribunal ha sabido separar la paja del grano y sus testimonios no han sido creídos.

Representando a víctimas de impericia médica, me ha tocado vivir muchas experiencias de este tipo, la última de las cuales quiero relatar. Al prepararme para el juicio unas notas de progreso que obraban en el expediente médico original de mi cliente se desprendieron accidentalmente y cayeron al suelo. Esas notas, de distintas fechas, contenían entradas auto-exculpatorias de una doctora. Estas notas eran en extremo explicativas e incidían precisamente en la defensa del caso, como si de alguna forma la doctora hubiese previsto en ese momento que la demandarían por negligencia. Al leerlas originalmente, intuía que el récord había sido arreglado. Cuidadosamente recogí las notas del suelo y las puse en orden cronológico con el fin de colocarlas nuevamente en el récord. Al hacerlo me percaté de algo extraño en las perforaciones que le hicieron para ser archivadas al expediente. Curiosamente, cada una de las hojas tenía cuatro perforaciones, dos en el borde, en forma de media luna, como cuando se falla de primera intención con la perforadora de papel y las otras dos perforaciones, completamente redondas, en el lugar apropiado. Este ‘set’ de perforaciones me convenció de que el expediente había sido intencionalmente manipulado y me dispuse a evidenciarlo en el juicio.

A mis preguntas, la autora de las notas médicas declaró que las perforaciones de cada hoja habían sido hechas el mismo día en que se suponía fueron escritas y así colocadas en el récord. No tenía duda que el juego de perforaciones evidenciaba un solo momento de perforación para todas las hojas, ya que todas coincidían. El récord había sido manipulado. Ello implicaba, indudablemente, que esas notas de progreso habían sido escritas luego de conocidos los eventos de negligencia médica que se imputaban.

Confronté a la testigo con la evidencia; la juez le preguntó directamente y tomando las hojas en sus manos le pidió con vehemencia que explicara cómo compaginaba el testimonio que había antes vertido con esa evidencia material tan contundente. La doctora no quiso explicarlo; su silencio gritaba su culpa y, en ese momento de vergüenza ajena, las palabras sobraron.

El testimonio de la doctora en el punto medular de la controversia había sido puesto en entredicho. Sencillamente, lució patética. Se estaba protegiendo y, a su vez, protegía al médico a cargo de la víctima de impericia, ficha principal del esquema para alterar convenientemente el expediente y autor de otra nota de progreso igualmente perforada. Este se encontraba frente a la testigo, tornándose más pequeño de lo que era, como si intentara esconderse o escudarse tras la mesa en que se encontraba junto a su abogado. El perjurio fue evidenciado, y colocó al abogado de la defensa en un aprieto que no había previsto, así como al perito que, confiado en la supuesta veracidad de las notas de progreso, alguna vez emitiera una opinión exculpatoria. No tardaron mucho en levantar las manos y ofrecer una transacción a mitad del testimonio veraz de la víctima demandante.

No es la primera vez que se evidencia que un record médico ha sido burdamente manipulado con el propósito de presentar una defensa a tono con la teoría de los demandados. Aunque con menos frecuencia, ocurre tanto con los records de hospitales, como con los que obran en los archivos de los consultorios médicos. Prefiero pensar que los abogados de los médicos y hospitales están totalmente ajenos a estas manipulaciones, ya que estas alteraciones le hacen el trabajo mucho más difícil y complicado.
Afortunadamente, cuando los hospitales reciben una reclamación legal, si cuentan con un departamento de manejo de riesgo, éste se incauta o, al menos se debe incautar del record médico en cuestión - lo que debería evitar que sea de alguna forma alterado. De esta forma debería reducirse la tentación que tienen los médicos demandados para ‘sanitizarlos’ de alguna forma conveniente a su defensa. Ello, empero, no ocurre con los records médicos que obran en sus consultorios privados, ya que antes de expedir copias pueden hacer lo que les venga en gana con éstos y, dicho con mucha pena, muchos lo hacen.

En la mayoría de las ocasiones las fabricaciones, alteraciones y manipulaciones de los records médicos no son tan evidentes como en el ejemplo reciente que les relaté. Cuando se sospecha alteración de récords en ocasiones hay que contratar profesionales expertos en el examen de documentos. En unión a los abogados, estos profesionales hacen distintas pruebas científicas y pueden llegar a una determinación pericial de si hay o no manipulación intencional de récord para fabricar una defensa o para esconder actos negligentes de los profesionales de la salud.

Contestando la interrogante inicial, el perjurio constituye un delito punible por nuestro ordenamiento penal, al igual que ocurre en todos países donde rige la ley y el orden. A tales efectos, nuestro código penal, en lo pertinente, dispone en su artículo 274 lo siguiente:
“Artículo 274. Perjurio.
Toda persona que jure o afirme, testifique, declare, deponga o certifique la verdad ante cualquier tribunal, organismo, funcionario o persona competente y declare ser cierto cualquier hecho esencial o importante con conocimiento de su falsedad o declare categóricamente sobre un hecho esencial o importante cuya certeza no le consta, incurrirá en
perjurio y se le impondrá pena de delito grave de cuarto grado.”

En cuanto a los abogados, ha sido resuelto por nuestro Tribunal Supremo que el delito de perjurio implica depravación moral, y, como tal, puede provocar la destitución o suspensión de la profesión de abogacía. In Re: Cales Santiago, 2002 T.S.P.R. 026 (2002). Distinto al rigor de nuestra profesión, la ley que crea el Tribunal Examinador de Médicos es bastante leniente y concede amplia discreción a los tribunos para tomar las medidas que entiendan correspondientes, incluyendo la suspensión indefinida o revocación de la licencia del médico que comete un delito. No obstante, que sepamos, nunca el TEM ha decretado la suspensión o revocación de licencias por esta razón, ya que, a pesar de ser evidentes los perjurios que cometen algunos médicos en los casos de impericia médica en su contra, como en el caso que relaté, nunca han sido acusados, como no lo ha sido, ni probablemente lo será, la doctora que se perjuró en mi caso ni su compinche. Cuando miente, el testigo perjuro puede ser procesado por desacato sumario en corte abierta, o por el delito de perjurio bajo el Código Penal. Véase, Pueblo v. Pérez Casillas, 117 D.P.R. 380 (1986).

Más que un atentado, el perjurio es un ataque frontal a la dignidad del tribunal. Es una grave y muy difícil decisión la de un(a) juez(a) el tener que tomar una medida tan drástica en corte abierta. Sin embargo, mientras no se proceda de inmediato con la imposición de desacato al testigo evidentemente perjuro o refiriéndolo a fiscalía para ser procesado criminalmente, aunque sea un(a) doctor(a), el proceso judicial será temido por esta gente pero no respetado. Así, la concepción generalizada de que en los tribunales se miente impunemente todos los días seguirá prevaleciendo en la mente de nuestro pueblo, lo que me resulta verdaderamente frustrante, aunque gane el caso.

viernes, 17 de agosto de 2007

Perfil de una víctima

Muchas he entrevistado como abogado; claro está, las que han quedado con vida luego de haber pasado por las manos negligentes de un médico o de algún personal hospitalario. Vienen a mí llenas de frustración, coraje y de impotencia por no poder hacer nada por sí mismas para, de alguna forma, lograr una retribución a sus sufrimientos. Llegan repletas de dudas sobre el evento que ocurrió y que les ha marcado de distintas formas sus vidas. Se han encontrado con médicos con caras largas y miradas esquivas que no les explican porque “ellos son los que saben de medicina” y el paciente o sus familiares no entenderían de todas formas.

La mayoría de los abogados y abogadas que defienden a los profesionales de la salud en los casos de impericia médica en su contra y, desafortunadamente, algunos jueces y juezas, tienen la percepción o, más aún, el convencimiento, de que a estas personas las mueve primordialmente el interés pecuniario. Sacar el más mínimo dólar al médico o a su aseguradora, con el fin de comprar cosas materiales, como casas, automóviles, botes, en fin, salir de pobres, piensan que es el dínamo tras las demandas de impericia médica.

No me caracterizo por ser ingenuo; quizá alguna que otra víctima de un evento de impericia médica está revestida de afán pecuniario. Sin embargo, aseguro que nunca me he dado con una de ese tipo o, al menos, de haberla habido, lo ha disimulado muy bien cuando hemos compartido en el plano profesional.

Gracias a los medios de comunicación, es conocido que, en Puerto Rico, la demanda debe ser presentada dentro de un año a partir de que se tuvo conocimiento del evento negligente. Por eso, en el mayor número de casos, las víctimas acuden a las oficinas de los abogados a tiempo para ello, en mi caso, con una relación escrita del suceso, como lo han vivido en carne propia. En razón a lo cercano del evento negligente, el abogado perceptivo nota el daño emocional por el que está atravesando y que trae la persona a esa primera entrevista. En ese momento lo prudente es dejar a un lado el lápiz y las notas y escuchar atentamente lo que nos tiene que decir la persona que busca nuestra ayuda.

El abogado debe determinar en ese momento si el daño emocional que sufrió y sufre ha calado profundamente en la persona que tiene ante sí. Independientemente de que haya o no un caso de impericia médica, el abogado debe velar por la salud emocional de ese cliente potencial y, si no lo ha hecho aún, aconsejarle ayuda profesional de un psicólogo clínico que lo canalice, si necesario, a un psiquiatra para ayuda farmacológica. Ello, aunque los abogados de la defensa le imputen a las víctimas que han ido al profesional de la salud mental debido a que les ‘conviene’ para el caso. La responsabilidad que asumimos respecto a ese cliente y el beneficio que puede lograr esa ayuda en la salud emocional de la persona pesa más que el posible perjuicio que pueda crear en la mente de un juzgador la idea de que el abogado le "asesoró" para ir donde un psicólogo con vista al caso.

Mucho se ha hablado del sistema compensatorio que rige en nuestro país para los casos de daños y perjuicios; género jurídico del cual forma parte los de impericia médica. Sin embargo, el sistema de tribunales, donde solo se logra una compensación económica a favor de la víctima y en contra de los médicos y hospitales negligentes, es el único foro que ha probado tener alguna eficacia y que las víctimas de impericia médico-hospitalaria tienen a la mano. Ello, sin perjuicio de algunos ‘pininos’ de la oficina de la procuradora del paciente. Aseguro, empero, que si se implantara un sistema adecuado para penalizar a los médicos con la suspensión o revocación de sus licencias para practicar la medicina y en algunos casos de impericia más serios y graves, con su libertad, menos demandas serían presentadas en los tribunales. Porque, después de todo, y de eso doy fe, lo que mueve a una víctima de impericia médica no es el dinero que logra como única retribución para sus daños.

sábado, 11 de agosto de 2007

¿Time out? nah! ... !FALTA PERSONAL!


En un artículo publicado en el El Nuevo Día del sábado 11 de agosto, titulado "Time Out ... (Tiempo)" , el conocido cirujano general y ex Secretario de Salud Dr. Enrique Vázquez Quintana, sintetizó las múltiples medidas que han sido tomadas por las instituciones hospitalarias, a lo largo del tiempo, para evitar los casos de impericia médico-hospitalarias. Al concluir, citando lo que alegadamente dijera un supuesto papa de nombre Alejandro en 1711 de que "errar es de humanos, perdonar es divino", no solo comete un ligero error, sino que solapadamente le tira la toalla a colegas suyos que diariamente cometen este tipo de acto negligente en perjuicio de sus pacientes.

No obstante los esfuerzos sinceros de profesionales e instituciones serias y dedicadas, cada año los eventos de impericia médico-hospitalaria siguen en aumento. Un informe de HealthGrade, Inc. revelado a mediados de 2004 implicó que la cifra de casos de errores médicos publicada en 1999 en el artículo del New England Journal of Medicine “To Err is Human” (Errar es de humanos), y al que hace referencia el galeno articulista, era extremadamente conservadora y se quedaba corta por mucho.

La escasez de peritos médicos dispuestos a declarar en contra de otro médico en Puerto Rico obliga a las víctimas de impericia médico-hospitalaria a gastar grandes sumas de dinero importando a sus casos judiciales peritos del exterior. Esta situación resulta no solo contraria a los cánones de ética de esa antigua profesión, sino injusta y sobretodo absurda, habiendo más de 10,000 médicos en este país, aunque últimamente ha caído en desgracia casi un centenar de éstos, acusados en la corte federal de obtener sus licencias por medios fraudulentos.

El TEM tiene miles de querellas de impericia durmiendo el sueño de los justos en sus archivos. El 3% de los médicos en este país son responsables del 38% de las pérdidas de SIMED, el sindicato asegurador que les provee cubiertas de seguro. Hay docenas de médicos con múltiples demandas y sentencias en su contra que siguen practicando la medicina en sus consultorios y admitiendo pacientes a los hospitales que le dan privilegios como si la cosa no fuese con ellos, porque el sistema simplemente los protege. Solo un médico de Arecibo con la dudosa distinción de más de 40 demandas en sus costillas y un historial de 7 damas muertas por su negligencia, ha sido suspendido y ello ante el escándalo que ello implicaba y que se reveló en las vistas legislativas de 2004 sobre la legislación de impericia médica. Por último, aunque el galeno no lo dice ni lo admita, la gran mayoría de las medidas para evitar daños a los pacientes han surgido como consecuencia de las demandas que se presentan en los tribunales.

Ciertamente los médicos son humanos e imperfectos y, sin duda alguna, ninguno intenta dañar al paciente que maneja. Pero cuando esto sucede hay que juzgar sus actuaciones rigurosamente y, de probarse que ha mediado negligencia de su parte, someterlo a las medidas correctivas que correspondan incluyendo, en casos extremos, la suspensión de su licencia para practicar la medicina.

Los demás mortales no podemos ni debemos en este tema darnos el lujo de ser tímidos, por decir lo menos, conformándonos con un “time-out” cuando estamos a merced de los médicos y hospitales. Mientras tenemos salud, debemos exigir más y mejores medidas y protocolos de seguridad en los hospitales y dentro de la práctica de la profesión médica para preservar la integridad física y la salud en general de los pacientes.

Por otro lado, los profesionales de la salud no deben encubrir estos errores que cuestan vidas al negarse a declarar en contra de otro médico o denunciar de frente los actos u omisiones negligentes ante los propios hospitales o las autoridades competentes. Hay que atreverse a cantar la falta y en ocasiones, sacar al médico del juego.

Por cierto, y que me disculpe el Dr. Vázquez Quintana por la fe de errata no solicitada que sigue a continuación. La cita referida, ("To err is human, to forgive, divine") que traduce al vernáculo como cierta clase de epílogo a su artículo periodístico, no es de la autoría de un papa llamado Alejandro, como establece equivocadamente, presumimos que sin intención de elevar los 'errorcillos' médicos a niveles bíblico-esotéricos, sino del elevado, aunque terrenal, Alexander Pope, un poeta y escritor inglés (1688-1744). Pero, después de todo, que no se preocupe mucho el buen doctor; como me recordó mi hija Mayté, cometió el mismo error que el protagonista de "El Código da Vinci". :-)

domingo, 5 de agosto de 2007

Al otro extremo del estetoscopio



El estetoscopio es un singular instrumento médico que todos hemos visto. Al colocarlo en sus oídos los doctores en medicina auscultan nuestros corazones, pulmones con o sin sibilancias o rales y la peristalsis, o ausencia de ésta, en nuestros intestinos. Nuestro cuerpo envía señales en forma de sonido que, al ser amplificado, el oído entrenado recibe e interpreta.

Intentemos poner en función nuestro propio estetoscopio, esta vez para interpretar las señales que escuchamos en todos los medios noticiosos y profesionales sobre los médicos arrestados por fraude en el examen de sus reválidas. No pretendo lograr consenso; al fin y al cabo, pienso que este escrito puede ser solo una catarsis de mi parte ante una situación desagradable. Tampoco quiero parecer abogado del diablo; el que me conoce sabe que estoy prejuiciado en favor de las víctimas de impericia médica; y todos podemos serlo en cualquier momento. Creo firmemente que la presunción de corrección que prevalece en nuestro ordenamiento jurídico en favor de un médico imputado de negligencia es uno de los mayores errores de cualquier sistema jurídico. Pero, en fin, a pesar de representar solo víctimas de negligencia médico-hospitalaria no siento alegría ni satisfacción por lo que está sucediendo en estos momentos en nuestro país. No puedo ignorar la situación que le ha tocado vivir a un grupo de personas graduadas de medicina y que, lejos de ser criminales, seguramente en su mayoría son personas decentes que, en definitiva, han ayudado a muchos a través de los años en que colgaron en el cuello sus respectivos estetoscopios.
En el curso de sus vidas como estudiantes de medicina, estas personas tuvieron que aprobar docenas de exámenes que les calificaron en su día para obtener un grado académico en la difícil disciplina de la medicina. Solo ellos y sus familias y amistades cercanas conocen el sacrificio de haber estudiado esa materia por varios años, la mayoría de ellos y ellas, fuera de su país, alejados de los suyos. Yo puedo hablar de ésto solo por la referencia que hago con mi propia disciplina.

Debemos hacer un análisis sereno de lo que hicieron estas personas. Para hacer un juicio valorativo de sus actuaciones hay que partir de la premisa que violaron la ley y que sus alegadas actuaciones, sin perjuicio de la presunción de inocencia, en ese sentido estuvieron mal, muy mal y que merecen ser penalizados por ello. Después de todo, vivimos en un lugar donde debe prevalecer la ley y el orden. Este caso, sin embargo, provee la oportunidad para plantearse muchas interrogantes que ponen en definitiva a pensar en lo que es o no justo.

¿Se puede culpar a una persona que ha estudiado toda su vida ganando un grado académico en medicina por intentar obtener una licencia para poner en práctica los conocimientos aprendidos en beneficio de otros seres humanos? ¿Cuán difícil es la reválida de medicina nuestra cuando Puerto Rico es uno de los países con mayor número de médicos per cápita en el mundo? ¿Cuán objetivo puede ser un resultado de “aprobado” en una reválida criolla con relación al conocimiento del que la obtiene? ¿Implica un “no aprobado” que la persona carece de los conocimientos suficientes o destrezas para poner en práctica lo que debió aprender en la escuela de medicina?

Conozco de primera mano muchos casos de médicos especialistas y sub especialistas que estudiaron aquí y en el exterior, que merecen ser despojados de inmediato de sus licencias por practicar su profesión de manera negligente y, sobre todo, insensible. Pende, o debe pender en sus conciencias muchas vidas deshechas, en el mejor de los casos, y muerte de personas con deseo de vivir, a causa de su negligencia en otros.

Lo primero que hice cuando se publicó la lista de médicos arrestados fue buscar alguno de los demandados en mis casos de impericia y no vi ni uno solo. Claro, no soy el único abogado que presenta estos tipos de demanda en Puerto Rico. Debo aclarar también que no busqué sus nombres en los sistemas de informática disponibles, por lo que no puedo descartar que alguno de ellos estuviese también imputado por alguna actuación negligente.

La situación que le ha tocado vivir a estos médicos, cruelmente llamados “fatulos”, no compara con la muerte de un ser querido a manos de un colega negligente ni con cualquier daño producido por impericia que provoque la incapacidad de un paciente, pero, ciertamente, hoy día esos graduados de medicina experimentan quizá el peor capítulo que les tocará vivir. Desconozco como terminará todo ésto. Ojalá que en esta penosa situación se logre un balance en que brille la justicia, donde quiera que esté.

jueves, 2 de agosto de 2007

El frío de las esposas para MD's calientes


La incertidumbre que rodeaba la investigación de las autoridades federales en Puerto Rico se está disipando. Con la revelación de los nombres y el arresto de casi 90 médicos de los llamados “fatulos”, un gran jurado federal ha destapado totalmente la olla de corrupción existente en el Tribunal Examinador de Médicos de Puerto Rico, organismo encargado por ley para autorizar la práctica de la medicina en nuestro país.

El fiscal federal a cargo de la pesquisa, AUSA José Ruiz, ha dicho que la investigación continúa, por lo que no se puede descartar la presentación de más cargos criminales, incluso en contra de uno o más tribunos del TEM. A pesar de que esa aseveración deja aún al pueblo en una nebulosa informativa, es común que, a medida que marcha el proceso legal, algunos de los acusados hagan acercamientos a fiscalía implicando más personas en el esquema, para lograr una reducción en su sentencia. Todo parece indicar que la evidencia para acusar a tribunos del TEM es inexistente o es aún muy débil para sostener acusaciones de este tipo, aunque ya el gobernador de PR haya presentado acusaciones adminsitrativas y se propone presentar cargos adicionales. Solo el tiempo dirá.

Nadie debe alegrarse de esta triste situación por la que atraviesan estas personas y sus familias y por los días aciagos que les esperan en este proceso que enfrentan en la corte federal. Es una situación verdaderamente bochornosa que ocasiona vergüenza ajena. Empero, todos debemos aplaudir, no solo a las autoridades federales que profundizaron en una investigación e hicieron los arrestos, sino a la comisión de salud de la Cámara de Representantes, bajo el liderato de un joven puertorriqueño cuyo oficio anterior era el de humilde asistente de farmacia, por esta iniciativa que ciertamente le puso el cascabel al gato y que, de alguna manera, redundará en beneficio del pueblo recipiente de los servicios de salud.