El médico que atendió a Ludwig van Beethoven ganó por un pelo, literalmente, el caso de impericia médica levantado en su contra por los historiadores. Aunque el titular de la noticia parece implicar lo contrario, lo cierto es que, el patólogo que publicó el estudio sobre el tema, aplicando el alegado estándar médico que prevalecía en ese tiempo, concluyó que su colega no tenía forma de saber que su tratamiento realmente estaba matando al músico.
Para drenar el líquido del abdomen enfermo y distendido el galeno le hizo a don Beto, de paso uno de mis niños prodigios favoritos, cuatro punciones que sellaba luego con un ungüento hecho con un alto contenido de plomo. Los antibióticos aún no habían sido inventados, así que, a falta de éstos, esta “cremita” tenía el propósito de evitar que las bacterias proliferaran en el perímetro de las heridas ocasionadas por tales drenajes y que así ocasionaran las temidas infecciones.
Una necropsia practicada a raíz de su muerte reveló que la condición abdominal del genio musical alemán tenía su origen en una cirrosis del hígado, lo que aparentemente desconocía su médico de cabecera, un tal Dr. Wawruch. Tratar con plomo las punciones abdominales exacerbó la condición hepática pre-existente de su paciente, que murió finalmente a consecuencia de ésta el 26 de marzo de 1827.
En un ejercicio puramente académico , un estudio reciente de una muestra del cabello del prolífico compositor hecho por un patólogo vienés de apellido Reiter, favoreció la tesis de que las dosis de plomo que le administraba su médico por medio del ungüento no eran de tal magnitud como para matar a nadie completamente saludable. ¿Acaso alguien dijo que el pianista era saludable al momento de instaurarse este tratamiento? Según su biografía, don Beto padecía de pulmonía y era tratado hacía meses por el mismo Wawruch con medicamentos con un alto contenido de plomo. Unos fragmentos de los huesos del ilustre compositor, utilizados en un estudio previo, habían arrojado un alto contenido de plomo, aunque, por la cronicidad de la condición, era improbable vincular a Wawruch con ésto. Ambos estudios leidos en conjunto parecen implicar ahora que el envenenamiento del organismo del músico con plomo fue iniciado muchos años antes de que comenzara el tratamiento de Wawruch, lo que sirvió seguramente para que el patólogo vienés lo exonerara de su impericia.
¿Era previsible para el galeno Wawruch el que don Beto no aguantara más plomo corriéndole a diestra y siniestra por su debilitado organismo? Como puntualiza la noticia, el carácter tóxico de este mineral ya era conocido para esa época. Por otro lado, conocemos que el cloruro de lima o soda era usado desde 1822 como desinfectante o anti bacterial, por lo que ciertamente existían opciones igualmente efectivas al plomo que utilizó el galeno en su tratamiento. Además, el doctor nunca averiguó lo que provocaba la distensión del abdomen, conformándose con el paliativo de drenar el líquido que se acumulaba en la cavidad abdominal sin más, que era solamente uno de los signos de la condición potencialmente fatal que debió haber exhibido el pobre hombre. Creo que ésa debió haber sido la controversia. Yo no lo hubiese exculpado; pero, de todas formas, el caso está prescrito.
Para drenar el líquido del abdomen enfermo y distendido el galeno le hizo a don Beto, de paso uno de mis niños prodigios favoritos, cuatro punciones que sellaba luego con un ungüento hecho con un alto contenido de plomo. Los antibióticos aún no habían sido inventados, así que, a falta de éstos, esta “cremita” tenía el propósito de evitar que las bacterias proliferaran en el perímetro de las heridas ocasionadas por tales drenajes y que así ocasionaran las temidas infecciones.
Una necropsia practicada a raíz de su muerte reveló que la condición abdominal del genio musical alemán tenía su origen en una cirrosis del hígado, lo que aparentemente desconocía su médico de cabecera, un tal Dr. Wawruch. Tratar con plomo las punciones abdominales exacerbó la condición hepática pre-existente de su paciente, que murió finalmente a consecuencia de ésta el 26 de marzo de 1827.
En un ejercicio puramente académico , un estudio reciente de una muestra del cabello del prolífico compositor hecho por un patólogo vienés de apellido Reiter, favoreció la tesis de que las dosis de plomo que le administraba su médico por medio del ungüento no eran de tal magnitud como para matar a nadie completamente saludable. ¿Acaso alguien dijo que el pianista era saludable al momento de instaurarse este tratamiento? Según su biografía, don Beto padecía de pulmonía y era tratado hacía meses por el mismo Wawruch con medicamentos con un alto contenido de plomo. Unos fragmentos de los huesos del ilustre compositor, utilizados en un estudio previo, habían arrojado un alto contenido de plomo, aunque, por la cronicidad de la condición, era improbable vincular a Wawruch con ésto. Ambos estudios leidos en conjunto parecen implicar ahora que el envenenamiento del organismo del músico con plomo fue iniciado muchos años antes de que comenzara el tratamiento de Wawruch, lo que sirvió seguramente para que el patólogo vienés lo exonerara de su impericia.
¿Era previsible para el galeno Wawruch el que don Beto no aguantara más plomo corriéndole a diestra y siniestra por su debilitado organismo? Como puntualiza la noticia, el carácter tóxico de este mineral ya era conocido para esa época. Por otro lado, conocemos que el cloruro de lima o soda era usado desde 1822 como desinfectante o anti bacterial, por lo que ciertamente existían opciones igualmente efectivas al plomo que utilizó el galeno en su tratamiento. Además, el doctor nunca averiguó lo que provocaba la distensión del abdomen, conformándose con el paliativo de drenar el líquido que se acumulaba en la cavidad abdominal sin más, que era solamente uno de los signos de la condición potencialmente fatal que debió haber exhibido el pobre hombre. Creo que ésa debió haber sido la controversia. Yo no lo hubiese exculpado; pero, de todas formas, el caso está prescrito.
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