domingo, 5 de agosto de 2007

Al otro extremo del estetoscopio



El estetoscopio es un singular instrumento médico que todos hemos visto. Al colocarlo en sus oídos los doctores en medicina auscultan nuestros corazones, pulmones con o sin sibilancias o rales y la peristalsis, o ausencia de ésta, en nuestros intestinos. Nuestro cuerpo envía señales en forma de sonido que, al ser amplificado, el oído entrenado recibe e interpreta.

Intentemos poner en función nuestro propio estetoscopio, esta vez para interpretar las señales que escuchamos en todos los medios noticiosos y profesionales sobre los médicos arrestados por fraude en el examen de sus reválidas. No pretendo lograr consenso; al fin y al cabo, pienso que este escrito puede ser solo una catarsis de mi parte ante una situación desagradable. Tampoco quiero parecer abogado del diablo; el que me conoce sabe que estoy prejuiciado en favor de las víctimas de impericia médica; y todos podemos serlo en cualquier momento. Creo firmemente que la presunción de corrección que prevalece en nuestro ordenamiento jurídico en favor de un médico imputado de negligencia es uno de los mayores errores de cualquier sistema jurídico. Pero, en fin, a pesar de representar solo víctimas de negligencia médico-hospitalaria no siento alegría ni satisfacción por lo que está sucediendo en estos momentos en nuestro país. No puedo ignorar la situación que le ha tocado vivir a un grupo de personas graduadas de medicina y que, lejos de ser criminales, seguramente en su mayoría son personas decentes que, en definitiva, han ayudado a muchos a través de los años en que colgaron en el cuello sus respectivos estetoscopios.
En el curso de sus vidas como estudiantes de medicina, estas personas tuvieron que aprobar docenas de exámenes que les calificaron en su día para obtener un grado académico en la difícil disciplina de la medicina. Solo ellos y sus familias y amistades cercanas conocen el sacrificio de haber estudiado esa materia por varios años, la mayoría de ellos y ellas, fuera de su país, alejados de los suyos. Yo puedo hablar de ésto solo por la referencia que hago con mi propia disciplina.

Debemos hacer un análisis sereno de lo que hicieron estas personas. Para hacer un juicio valorativo de sus actuaciones hay que partir de la premisa que violaron la ley y que sus alegadas actuaciones, sin perjuicio de la presunción de inocencia, en ese sentido estuvieron mal, muy mal y que merecen ser penalizados por ello. Después de todo, vivimos en un lugar donde debe prevalecer la ley y el orden. Este caso, sin embargo, provee la oportunidad para plantearse muchas interrogantes que ponen en definitiva a pensar en lo que es o no justo.

¿Se puede culpar a una persona que ha estudiado toda su vida ganando un grado académico en medicina por intentar obtener una licencia para poner en práctica los conocimientos aprendidos en beneficio de otros seres humanos? ¿Cuán difícil es la reválida de medicina nuestra cuando Puerto Rico es uno de los países con mayor número de médicos per cápita en el mundo? ¿Cuán objetivo puede ser un resultado de “aprobado” en una reválida criolla con relación al conocimiento del que la obtiene? ¿Implica un “no aprobado” que la persona carece de los conocimientos suficientes o destrezas para poner en práctica lo que debió aprender en la escuela de medicina?

Conozco de primera mano muchos casos de médicos especialistas y sub especialistas que estudiaron aquí y en el exterior, que merecen ser despojados de inmediato de sus licencias por practicar su profesión de manera negligente y, sobre todo, insensible. Pende, o debe pender en sus conciencias muchas vidas deshechas, en el mejor de los casos, y muerte de personas con deseo de vivir, a causa de su negligencia en otros.

Lo primero que hice cuando se publicó la lista de médicos arrestados fue buscar alguno de los demandados en mis casos de impericia y no vi ni uno solo. Claro, no soy el único abogado que presenta estos tipos de demanda en Puerto Rico. Debo aclarar también que no busqué sus nombres en los sistemas de informática disponibles, por lo que no puedo descartar que alguno de ellos estuviese también imputado por alguna actuación negligente.

La situación que le ha tocado vivir a estos médicos, cruelmente llamados “fatulos”, no compara con la muerte de un ser querido a manos de un colega negligente ni con cualquier daño producido por impericia que provoque la incapacidad de un paciente, pero, ciertamente, hoy día esos graduados de medicina experimentan quizá el peor capítulo que les tocará vivir. Desconozco como terminará todo ésto. Ojalá que en esta penosa situación se logre un balance en que brille la justicia, donde quiera que esté.

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