En mi libro “Crisis de Impericia Médica, mito o realidad”,
Ed. SITUM 2003, hice referencia a un estudio publicado en 1999 conducido por el Instituto de
Medicina de la Academia Nacional de Ciencias, Ingenierías y de la Medicina, que describía
una incidencia de 44,000-98,000 muertes anuales en EU, como consecuencia de errores
médicos. De hecho, esta estadística no estaba fundamentada en un estudio
conducido por el Instituto, sino en uno realizado en la Universidad de Harvard
en 1984 y en otro en los estados de Utah y Colorado. En Puerto Rico esta estadística no se recoge ni se conoce.
Un estudio publicado el pasado mayo de 2016 sobre la tasa de muertes en un
período de ocho años, conducido por expertos en seguridad del paciente de la
Universidad de John Hopkins, liderados por el Dr. Martin Makari, nos ha
informado que los estimados actuales sobrepasan todos los anteriores. Este
estudio ha concluido que los errores médicos constituyen la tercera causa de
muerte en los Estados Unidos, solo sobrepasada por el cáncer y enfermedades
cardiacas, lo que es verdaderamente alarmante.
En 2004 se resaltó que no eran casi
100,000 muertes, sino alrededor de 195,000 las muertes anuales de pacientes hospitalizados
y recipientes de Medicare producidas por errores médicos. Posteriormente, esta
cifra fue extrapolada por unos estudiosos del tema y concluyeron en 2013 que
los errores médicos ocasionaban alrededor de 400,000 muertes anuales solo en los
EU, más de cuatro veces el estimado hecho en 1999 por el Instituto de Medicina.
No obstante los estudios realizados y
el conocimiento general de que la impericia médico hospitalaria es la causa de
muchas muertes, no ha sido suficiente para que aparezca como tal en los
certificados de defunción. La razón no es que la impericia médico hospitalaria
y los errores del sistema no ocurran, sino razones puramente burocráticas,
quizá en protección del propio sistema de salud y de sus componentes.
El Centro de Control de Enfermedades y Prevención (CDC) es la encargada de concientizar
al público y priorizar los estudios médicos (“research”) que se necesitan,
conforme la información que allí se recoge. Eso se hace mediante el acopio de información
que cumplimentan los médicos, hospitales, directores de funerarias y los
patólogos forenses en los certificados de defunción. Y lo hacen a base de una asignación
que únicamente descansa en el Código Internacional para la clasificación de
enfermedades de causas de muerte. Causas de muerte no asociadas con esa
codificación, como por ejemplo, los factores de sistema y humanos no son capturados
y, por ende, son excluidos.
La seguridad del paciente se ha convertido con el paso del tiempo, en una ciencia
de por sí. Se ha madurado tanto sobre el particular que ya se ha admitido
abiertamente que la falta de comunicación efectiva entre los componentes del
sistema de salud, errores en el diagnóstico pobre juicio y talento inadecuado del
personal médico y de enfermería pueden resultar directamente en la muerte de un
paciente.
Afortunadamente para todos, los profesionales de la salud, incluyendo médicos, personal de enfermería y ancilar y los administradores de hospitales se
han concienzado poco a poco, pero lo suficiente como para propiciar que actualmente se hable en forma abierta en sus centros de trabajo, no solo en la academia, de los errores médicos y del
sistema que provocan la muerte del paciente. Ello, con el obvio propósito de
evitarse las demandas que pudieran seguir en aumento, pero, de refilón, en favor de
la salud y bienestar del paciente, que debe ser y permanecer siendo su norte. Espero también que llegue el día en que un certificado de defunción pueda resaltar como causa de muerte del paciente: IMPERICIA MEDICA o NEGLIGENCIA HOSPITALARIA. Quizá de esa forma todo el mundo adquiera mayor conciencia.
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