El que una persona muera por una infección provocada por el virus del dengue no siempre es culpa del mosquito que lo transmite; a veces el mayor responsable es el médico que maneja la condición del paciente, pasando por alto la sintomatología que lo evidencia o sencillamente omitiendo pruebas diagnósticas básicas o el tratamiento apropiado, incurriendo de esa manera en impericia médica. Otras veces el propio paciente y sus familiares tardan demasiado en buscar ayuda médica porque creen que se trata de una 'monga', de esas que tumban a uno por días . Por otro lado, a través de los tiempos, nuestro Departamento de Salud no ha sido muy asertivo que digamos orientando como es debido para concienciar a nuestra gente sobre como prevenir la propagación del virus y qué hacer ante determinada sintomatología. Así de cruda, pero así de sencilla es nuestra realidad boricua.
Nuestro país parece haber caído de repente, desde hace unas semanas, en un abismo epidémico con relación a esta grave enfermedad viral, publicándose a cada rato un nuevo caso de muerte por dengue. Algunos, que dicen saber de este virus, alegan que esto es cíclico. Cíclico o anecdótico, el conteo de muertos resulta sin duda alarmante, haciendo su debut, incluso, un nuevo tipo de virus de dengue que no incide en la disminución de plaquetas, criterio básico para alertar sobre el otrora conocido.
Los casos que presentan una infección por dengue requieren un alto grado de alerta clínica de parte de los médicos y personal hospitalario, ante cambios drásticos potenciales y el posible progreso hacia una condición de shock en el paciente, tornándose la condición en una mortal. Una vez se diagnostica la condición mediante la recopilación de historial, examen clínico y las pruebas de laboratorio correctas, establecer un manejo médico asertivo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Desde 1997 la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization) publicó una segunda edición de “Dengue Hemorragic Fever: diagnosis, treatment, prevention and control”. Entre otras cosas, esta publicación sugiere un protocolo para el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes. Por otro lado, en Puerto Rico tenemos epidemiólogos de reputación mundial, como el Dr. José G. Rigau Pérez, que han publicado artículos relacionados con este virus, fácilmente disponibles a la clase médica. Los médicos y hospitales debieran estar familiarizados con estas publicaciones; desafortunadamente, muchos no lo están y cada día más personas están pagando las tristes consecuencias.
A pesar de que esta condición es una potencialmente fatal, un tratamiento acelerado y correcto contribuye a mejorar sustancialmente el pronóstico para estos pacientes. Ello implica un esfuerzo significativo que, en una etapa crítica de la enfermedad, difícilmente se puede lograr fuera de una unidad de cuidado intensivo, con el equipo y personal adiestrado adecuadamente.
Los médicos, especialmente los que reciben a estos pacientes en primera instancia en las salas de emergencia, deben reconocer los síntomas y percatarse de la gravedad de la situación, existente o potencial, para así instaurar de inmediato el tratamiento necesario para lograr un buen pronóstico y disminuir las probabilidades de unos resultados nefastos en estos pacientes. De esta forma, los enfermos del virus mejoran y viven, dejando fuera de los tribunales a nuestros médicos, para que puedan hacer buena medicina.
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