sábado, 14 de agosto de 2010
PINOCHO se pone la bata blanca
En los tribunales de Puerto Rico, repletos de abogados de todo tipo, se ventilan todos los días casos de impericia médica y de negligencia hospitalaria, donde brindan sus testimonios bajo juramento las víctimas o sus familiares, los médicos demandados y los peritos contratados por ambas partes. Aunque la creencia popular es que todo el mundo miente en los tribunales, nunca he visto o he sabido que una víctima o algún familiar mientan respecto a aspectos sustanciales de su testimonio.
Alguno que otro puede pretender exagerar lo que ha sufrido por la impericia o, en el caso de un pariente, intentar intimar, más de la cuenta, su relación con la víctima. Pero nunca mienten. ¿Los médicos y sus peritos? Eso son otros veinte pesos. No quiero caer en una generalidad con visos de falacia; como fiel creyente en nuestro sistema de justicia, quiero pensar que muchos van al tribunal a brindar testimonios veraces, no mendaces. Estoy también seguro que sus abogados ignoran sus fechorías, creyéndoles sus versiones . . . . , hasta que se les desenmascara.
Para intentar exculparse luego de la metida de pata con un paciente, es un secreto a voces que hay médicos que alteran sus notas en el record y, cuando se les demanda, declaran luego en el tribunal como si tal cosa. Hay hasta los que mienten en contra de sus propias notas en el record médico. Los hay que desaparecen convenientemente trazados de monitor fetal o cardiaco, como me ha ocurrido en varias ocasiones.
Hay médicos que intentan tapar lo que otros hacen, a la vez que esquivan su propia negligencia. Y hay de los que tapan a los médicos por dinero o por vocación de miembro de un grupo colegiado, en aras de un “compañerismo tribal”, como me ha ocurrido en todos los tribunales que he pisado a los largo de tres décadas. En esta categoría caen los peritos médicos.
¿Por qué no los procesan por perjurio? ¿Se configuran ante los jueces los elementos del delito de perjurio? ¿Se percatan los jueces de que algunos médicos son unos mentirosos y que han sido agarrados en sus mentiras?
En perjuicio del propio sistema judicial, ningún juez ha iniciado proceso alguno en contra de un médico por el delito de perjurio. A lo más que llegan es a puntualizar en sus sentencias que tal o cual médico no le mereció credibilidad. Esa frase siempre me ha parecido una forma demasiado sutil, diplomática e inmerecida para el juez implicar que no le creyó al testigo el embuste que dijo. ¿Merece el testigo pérjuro un trato con guantes de seda? No creo.
Anoche soñé que contrainterrogaba a un médico en un juicio, cuya negligencia resultó en la muerte de su paciente. Le pregunté directamente si había matado al paciente y me dijo que no. Le recordé que estaba bajo juramento y que le podía costar una acusación por perjurio. El tipo me contestó que una condena por perjurio era menor que la de un asesinato.
Mi sueño realmente es un chiste viejo pero, subyacentemente, dramatiza la razón por la cual muchos médicos mienten frecentemente en los tribunales. El riesgo calculado de ser encontrado responsable por su impericia médica y los costos económicos que acarrea sencillamente sobrepasa la probabilidad de ser procesado por perjurio. Y en nuestro sistema, en el que no se ha enjuiciado a ningún médico por ese delito, el riesgo es prácticamente ninguno. Por otro lado, mintiendo pueden ganar el caso. ¿Qué un abogado o un juez piense que son unos mentirosos y eso los lleve a perder el caso? ¿Y qué? Van a seguir jugando golfo y yéndose de vacaciones con las mismas amistades. Les va a costar un poco en recargos y aumentos de sus primas de seguro, pero, ¿y qué? A menos que le revoquen la licencia - y eso ha ocurrido en Puerto Rico con un solo médico - pueden seguir atendiendo pacientes y generarán más dinero.
Como en cualquier otro, en un caso de impericia médica el delito de perjurio se configura si coexisten varios elementos esenciales. Comete el delito de perjurio toda persona que, habiendo jurado testificar, declarar, deponer o certificar la verdad ante cualquier Tribunal, declare que es cierto cualquier hecho esencial conociendo su falsedad. Sin embargo, hay más. El delito de perjurio requiere que se configure el elemento de que el hecho declarado como cierto sea esencial, con el conocimiento de su falsedad. Sobre lo que constituye declaración de un hecho esencial, nuestro Código Penal dispone que baste que la declaración fuere importante y que hubiera podido utilizarse para afectar al proceso en el cual fue ofrecida.
El quantum de prueba a la hora de encontrar culpable a un médico por el delito de perjurio es igual que con cualquier otro acusado: que se demuestre más allá de duda razonable que mintió bajo juramento sobre un hecho esencial, con el propósito de afectar el resultado del proceso. El médico que miente en un tribunal, bien sea demandado o perito, lo hace con el deliberado propósito de exculparse o exculpar al otro de la negligencia que se le imputa. De eso no debe haber duda. Lo que hace falta es el deseo de hacer cumplir la ley, bien sea refiriendo el caso a la fiscalía o encontrándolo incurso en desacato sumario, que es otro mecanismo legal al alcance de un juez ante quien se miente descaradamente.
Barry Bonds es catalogado por muchos como el mejor jugador de beisbol de todos los tiempos. A lo largo de sus años en las grandes ligas, Bonds ha roto records de jonrones y bases robadas, lo que le ha producido muchos millones de dólares para él y su familia y, más importante aún, un sitial en la historia del deporte que practicó desde su infancia. Ese sitial, logrado con mucho esfuerzo y talento, se tambalea actualmente. En marzo de 2011 Mr. Bonds va a ser procesado por el delito de perjurio cometido en una investigación federal y se expone a una pena de reclusión en la cárcel.
¿Acaso piensan los médicos que pueden seguir mintiendo con impunidad en los tribunales? ¿Acaso se creen mejores que Barry Bonds? Créanlo o no, esta bola está en la cancha de nuestros jueces y algunos podrían comenzar a jugar la pelota dura.
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