lunes, 20 de julio de 2009

Hablar con tapujos o el 'sincericidio'... ese es el dilema


Luego de que funcionarios importantes del gobierno de México cometieron “sincericidio”, todos los países atacados por la gripe porcina han evadido hacerlo a toda costa. El vecino país azteca, manejando el asunto de la epidemia, pagó caro por hablar claro y tuvo que lidiar con las consecuencias naturales de su sinceridad oficial. No fueron pocos los vacacionistas mexicanos que fueron puestos en cuarentena dondequiera que pisaban tierra, hasta en la China. Fueron muchas las líneas aéreas internacionales que cancelaron vuelos a ese país y líneas de cruceros con destino a México que cambiaron de rumbo hacia otros países aún no afectados por la pandemia de origen porcino. Todo ello redundó en una obvia disminución en su ya frágil economía nacional.

El gobierno de Puerto Rico no ha sido la excepción en la evasión de su deber de informar. Más temprano que tarde tendremos también que pagar el precio. Esperemos que el costo no sea tan alto como el que tuvo que pagar México.

Luego de que el doctor Rivera Dueño hiciera una campañita de medios publicitarios, más o menos efectiva, sobre cómo evitar el contagio con la fiebre porcina y qué hacer en caso de sospecha, el gobierno sorpresivamente hizo mutis por un tiempo irrazonablemente prolongado. El Secretario de Salud doctor Rivera Dueño se convirtió nuevamente en Ex y regresó a sus funciones como Director Médico de HIMA-San Pablo de Caguas que dejó al haber acudido al llamado indelegable del gobernador. Luego de su partida (¿?) todos los funcionarios gubernamentales concernidos se pusieron una mascarilla virtual y no hablaron más del tema de la epidemia . . . hasta que el eritema se puso caliente, se convirtió en absceso y comenzó a fluir del chichón la espesa realidad del contagio por el AH1N1 que ha provocado ya unas cuantas muertes en nuestro País, al igual que en muchas partes del mundo.
Desafortunadamente, en nuestro querido y politizado archipiélago que muchos consideramos nuestra nación, todo se ve con un prisma partidista. El gobernador Fortuño no nombra un Secretario de Salud que sustituya al que se fue porque la selección obvia y natural del momento sería el doctor Johnny Rullán, Ex Secretario de Salud bajo el PPD y actual epidemiólogo del estado nombrado por el Doctor Rivera Dueño. Paciente de cáncer, el doctor Rullán ha demostrado sus galones en esta crisis mayormente desatada por la desinformación en que se sumió al País luego de la partida del doctor Rivera Dueño como Secretario del Departamento de Salud.
Aún si fuese nombrado, que lo dudo, el dos veces popular doctor Rullán seguramente no pasaría por el cáustico cedazo del Senado. Irremediablemente, el buen doctor Rullán sería, en otras palabras, pasado por la piedra. Consiguientemente, su nombramiento sería un ejercicio fútil del primer ejecutivo que no haría sino sacar al galeno de su enfoque actual, tan necesario para el País.
Cualquiera que sea nombrado actualmente a ese cargo deberá lidiar con el asunto de la gripe porcina y, naturalmente, ocupará un segundo plano, ante los conocimientos de la pandemia que posee y el rol y liderazgo que ha asumido el epidemiólogo doctor Rullán en su manejo gubernamental. Dudo mucho que algún médico que se precie, profesional y personalmente, se aventure a aceptar el cargo en este momento. Así que, ¿por qué embarcarse en un nuevo nombramiento?

La discusión del tema de la gripe porcina ha tocado, sin embargo, aunque de refilón, el de las infecciones adquiridas en los hospitales, las llamadas infecciones nosocomiales. Su discusión incidental, aunque mínima, ha resultado en este momento en una ganancia. Se estima que el 5% de los pacientes hospitalizados adquiere una infección sobre-impuesta a la condición por la cual fue admitido inicialmente, siendo muchas de éstas evitables conque los médicos y enfermeras de laven las manos. Estos eventos intra-hospitalarios afectan anualmente alrededor de dos millones de personas, nada más en Estados Unidos, provocando cientos de miles de muertes alrededor del mundo en pacientes particularmente inmuno-comprometidos. El tema, por tanto, es uno de suma importancia, cuya discusión debe ser continua, haya o no epidemia de dengue, influenza o de gripe porcina.
En una franca colusión, por no decir contubernio, con los directivos de los hospitales del País, el Departamento de Salud ha optado por no rendir cuentas al pueblo sobre la frecuencia e incidencia de estas infecciones nosocomiales. Todavía la legislación que no manda, sino sugiere el deber de los hospitales de informar al Departamento de Salud sobre este tipo de infección es puramente voluntaria. El silencio ha sido siempre la orden del día, pagando los pacientes con su salud y sus vidas.

Mientras se trabaja con las infecciones nosocomiales, sin embargo, es necesario el “sincericidio” oficial en esta crisis de salud, cueste lo que cueste, informando al País las cifras reales y los mecanismos de ataque a nuestro alcance en esta epidemia que nos azota. Dejen al doctor Rullán en el área de la epidemiología que es en la que posee su mayor y más talentoso peritaje. Caminemos todos al unísono para controlar la pandemia y la crisis de salud que atraviesa nuestro País, que ha colocado en segundo plano la económica y, afortunadamente, nos ha dado unas merecidas vacaciones sobre el tema del status político que tanto divide.
Sin embargo, por mucha importancia que se le conceda a la gripe porcina en este momento, no debemos esperar a sufrir una pandemia, para que nuestros gobernantes, directivos de hospitales, médicos responsables, representantes de pacientes y todos los concernidos se pongan a trabajar eficientemente y de forma proactiva en la disminución de las infecciones adquiridas en los hospitales. Distinto a las epidemias, estas infecciones, que muchas veces son consideradas “complicaciones inherentes” en el tratamiento médico, no llegan ocasionalmente a nuestras vidas sino que viven con nosotros a diario y matan a mucha gente.

jueves, 16 de julio de 2009

“Error médico. De hombres, avestruces y asnos”


Esta mañana cayó en mis manos un ensayo publicado ayer por Mónica Lalanda, una doctora española que trabaja en la sala de emergencias de un hospital de Segovia. Sin desperdicio alguno, esta profesional de la salud dice cosas muy interesantes respecto a la negligencia médico-hospitalaria, que resultan de aplicación, no solo en la madre patria, sino en todas partes. Reproduzco, de forma íntegra, su ensayo que lleva el título que sirve de encabezamiento y cuya lectura recomiendo principalmente a los médicos y directivos de hospitales de nuestro País.

"16 de julio de 2009.- Que dé un paso adelante el médico que nunca haya cometido un error durante su carrera profesional. De los que hayan dado el paso se pueden decir dos cosas, o bien mienten o simplemente no han visto suficientes pacientes. En un estudio de la universidad de Harvard se calcula que en América, el número de muertos por errores médicos equivale a que se estrellen tres jumbo-jets cada dos días y mueran todos sus ocupantes.

Los sanitarios padecemos una enfermedad que nos lleva a cometer errores; se llama condición humana, incurable e inevitable. Errar es humano pero mientras los cocineros cubren sus fallos con salsas y los arquitectos con plantas, los errores médicos se cubren desafortunadamente con tierra. Según James Reason (psicólogo), aunque no se puede cambiar la condición humana, sí se pueden cambiar las condiciones en las que trabajan los humanos. Ahí quizás yace la gran diferencia entre los distintos modelos sanitarios.

En un mundo ideal un médico debería dormir ocho horas ininterrumpidas, comer sano, no hacer excesos, no sufrir estrés o temor a nada, no apasionarse o tener hobbies, en fin, estar siempre al 100% y trabajar como un autómata. El cansancio, un olvido o un descuido pueden acarrear en cualquier momento consecuencias normalmente menores pero que a veces son fatales. Mientras la raza humana no evolucione (y a la vista del apéndice vermicular, no parece que esto vaya a ir deprisa) los médicos seguiremos cometiendo errores y por esto debe haber un sistema sólido que minimice o impida sus consecuencias. La imprudencia o la negligencia son ya otro tema pero aun así, los pacientes deberían estar protegidos por este mismo sistema. La mitad de los errores médicos en los hospitales son evitables.

Para crear estrategias válidas contra el riesgo de errores, primero hay que identificarlos y sólo a partir de ahí se pueden poner barreras de seguridad para evitarlos. Desafortunadamente, el sistema sanitario español continúa en su mayoría anclado en la era arcaica de la complicidad y el corporativismo. Los errores se cometen pero nadie aprende de ellos, se esconden, se ignoran, se tapan. No se facilita al sanitario un ámbito en el que pueda reconocer su error sin miedo a la represalia, una forma oficial, sencilla y homogénea de canalizar la increíble frustración que conlleva reconocer que has metido la pata, sobre todo si has echado un borrón sobre el primum non nocere. Un sistema justo que evite al profesional ser portada de un periódico antes de aclarar responsabilidades.

Los hospitales españoles están pidiendo a gritos mayor transparencia, un control de calidad profesional y sólido. Hay que luchar contra la cultura de la culpa e introducir la cultura del reporte e intentar convertir los errores en oportunidades de avance y mejoría.

Otro cambio imprescindible es afrontar el error confrontando al paciente. Un paciente víctima de un error merece una explicación y una disculpa. Un estudio del
'Medical Protection Society' sobre este tema confirma que en el 55% de las reclamaciones, eso es lo único que persigue el paciente, frente a un 24% que buscan una compensación económica. El código deontológico inglés incluye como una obligación más el disculparse inmediatamente con el paciente. Parece razonable, de la misma forma que uno espera una disculpa en la calle si alguien te pisa un callo o si te venden un producto equivocado en una tienda. El médico no debe estar exento de responder con humanidad.
El fenómeno anglosajón de la reclamación ha llegado a España y las demandas por errores médicos se han cuadriplicado en una década. Afortunadamente, el paciente español ha dejado por fin de tolerar actitudes paternalistas. Ha llegado el momento de aplicar también sistemas anglosajones de seguridad para minimizar errores hospitalarios. Facilitar que se reporten todos los errores, incluso los más pequeños, los que pasan desapercibidos o los que son sólo potenciales, estudiarlos y poner los medios para evitar tragedias mayores.Errar es humano, pero no reconocerlo es de avestruces y no poner los medios para minimizar sus consecuencias de asnos.” HA DICHO.

martes, 23 de junio de 2009

Siguen los cuentos de camino.. el chupacabras syndrome

Usando de muleta la anécdota de una sobrinita suya saludable de dos años de edad, que se fracturó el codo jugando el otro día y que no encontró en Mayagüez, Puerto Rico un médico especialista en ortopedia que la atendiera, el economista Nicolás Muñoz, hace malabares en su razonamiento para culminar con varias recomendaciones a la legislatura - que no necesita mucho - con relación al tema de la impericia médica.
En una columna de opinión en el periódico El Nuevo Día http://www.elnuevodia.com/columna/583843/, dicho profesional de la economía alega lo siguiente:

“Muchos médicos, como resultado de estas demandas pierden todos sus bienes debido a que el seguro de impericia médica limita los pagos y responden personalmente por el remanente. El resultado es que los cirujanos y ortopedas están abandonando el País para establecerse en Florida y otros estados donde la situación es menos peligrosa para su práctica profesional. En Puerto Rico ahora hay menos cirujanos ortopedas y un solo hospital para atender los casos. Exceso de demanda y oferta limitada. Como consecuencia, larga espera para casos críticos. El resultado final es un costo económico y social mayor, pues hay que adiestrar nuevos médicos que eventualmente también se irán del País mientras no se atienda el problema.”

Finaliza recomendando lo siguiente en su columna de El Nuevo Día:
“Es necesario legislar para limitar las reclamaciones por impericia médica, para evitar la fuga de médicos, viabilizar mejor cuidado de salud y controlar el costo de las primas de seguros. Es incomprensible que, a modo de ejemplo, un motociclista que conduce a exceso de velocidad, tras sufrir un accidente por su acto irresponsable y recibir fracturas múltiples en brazos y piernas, quiera convertirse en millonario porque sus huesos no sanaron a la perfección tras la operación. La pregunta es, ¿por qué no extender a todos los hospitales públicos y privados la inmunidad que se otorga al Centro Médico de Río Piedras?”

Resulta increíble que un economista que maneja conceptos estadísticos continuamente pretenda que la gente crea que muchos médicos pierden todos sus bienes con las demandas de impericia médica y que los pacientes quieran convertirse en millonarios a costa de los pobre médicos, ayudados, claro, por abogados que estamos dispuestos a demandar simplemente por resultados subóptimos en los tratamientos médicos. Me resulta raro además, en este momento en que se discute legislación sobre el tema, que siga corriendo la bola, y que pretenda hacer creer los cuentos de camino de que la anecdótica fuga de médicos a EEUU es el resultado de las demandas de impericia médica, haciendo abstracción, adrede, de toda otra causa o motivación de esas familias. Me gustaría saber si el distinguido economista le achaca igualmente a las demandas de impericia médica el que se vayan de Puerto Rico también los jubilados, las enfermeras, la mitad de los ingenieros que se gradúan en nuestras escuelas, los bomberos y hasta los policías.

Aquí algunas estadísticas al 31 de diciembre de 2008 que debe el buen economista conocer: (1) el 85% de los asegurados activos de SIMED (sindicato asegurador de la mayor parte de nuestros médicos) paga una prima anual de solo $5,000 ó menos; (2) el 66% de todos los asegurados no ha tenido nunca reclamaciones de impericia médica; (3) el 81% no tiene o sólo tiene una reclamación en su contra; (4) el 5% (628 médicos) de los asegurados tiene 5 reclamaciones ó más y (5) este numerito de médicos viajeros frecuentes a las cortes es responsable del 43% de las pérdidas incurridas en la cartera de SIMED. Estas estadísticas son muy reveladoras y es muy conveniente repasarlas antes de colocar su prestigio profesional en riesgo en unas cuartillas llenas de inexactitudes y al servicio gratuito o no de una clase ya privilegiada.
Nadie debe responsabilizar a las víctimas de impericia que radican sus demandas de la suerte de algunos malos médicos, probablemente de aquellos que no merecen practicar la medicina en nuestro país. Estos médicos y sus viejos y nuevos amigos deben achacar su suerte a su impericia médica, que es lo que realmente origina las demandas en su contra. Son los médicos que ocasionan con su negligencia que un niño viva con perlesía cerebral por el resto de sus días, sin poder jugar y hacer acrobacias como la sobrinita del columnista, tornando, por el contrario, en pesadilla contínua las ilusiones que alguna vez tuvieran sus padres de una vida alegre y feliz. Son ellos los mismos que, con su paupérrimo talento para hacer medicina, tronchan todos los días las vidas de seres humanos.
En cuanto a que muchos médicos pierden sus bienes, la sensibilidad siempre me enternece, pero en este caso ese comentario me suena a lágrimas de cocodrilo. Las víctimas de impericia pierden en manos de médicos negligentes en ocasiones, no solo sus bienes materiales, sino, más importante aún, su salud y a veces su vida. Sin embargo, es pertinente puntualizar que hace unos pocos años, la Oficina del Comisionado de Seguros reveló que la media (estadística que descarta los valores extremos) en las compensaciones en este país en las demandas de impericia médica era de solo $37 mil. El promedio de pago (la suma de todos los pagos dividida entre el número de casos pagados) en SIMED durante los últimos 5 años bajó a $58 mil, de $67 mil que era antes ($53 mil en los últimos 12 meses), mucho menos del límite de $100 mil que ofrece la póliza de SIMED en estos casos y muy por debajo de los $250 mil que ofrece actualmente Triple S de cubierta a algunos de sus médicos asegurados con buena experiencia de asegurabilidad, o sea sin sin experiencia de demandas.

Nadie, y menos los legisladores del país, debe hacerse eco de cuentos de camino que se originan en el nicho puramente económico de un puñado de médicos negligentes que hacen que SIMED, obligado por ley a asegurar a todo el que solicite, incurra en pérdidas debido a su mala experiencia de asegurabilidad. Es una desgracia para el país que a diario surja tanta desinformación, principalmente entre gente educada. Me extraña que alguna gente vive aún o pretenda que otros vivan rehenes del síndrome del chupacabras .
El paciente que resulta víctima de un médico negligente es el eslabón más débil de la cadena y, como tal, no debe cargar con el peso de un sistema de salud mal planificado, deficiente y lento. No se le debe quitar al paciente más derechos de los que ya le han quitado en el pasado con legislación mala y deficiente, producto de legisladores mal intencionados o, por decir lo menos y darle el beneficio de la duda, mal informados.