miércoles, 12 de diciembre de 2012

José Emilio González

Voy a hacer un pequeño paréntesis en mi tema favorito de la impericia médica y la negligencia hospitalaria en Puerto Rico para hablar de un abogado… de mi pueblo. De entrada, hago la salvedad de que estoy prejuiciado. Durante las pasadas tres décadas nos hemos visto poco, como pocas fueron las ocasiones en que intercambiamos alguna que otra impresión. No obstante a eso, lo he considerado siempre mi amigo y espero que él también me considere como tal.

José Emilio es el mayor de cuatro hermanos del matrimonio de doña Chefin y de don Emiliano, de quien es casi un clon.  Residía, con su familia, en Las Mercedes, una urbanización de clase media en San Lorenzo.  Era el hermano mayor protector de su pequeño hermano Gary y especialmente de sus dos hermanas.

No recuerdo, lo debo haber conocido antes, pero fue cuando teníamos alrededor de 17 ó 18 años que me percaté de que era trompetista. No pasó mucho tiempo de solfeos y prácticas en la escala musical cuando un buen día decidimos, con dos o tres panas, hacer un grupo musical que llamamos “Le Brass 69”, obviamente en alusión específica al año en que lo formamos. Éramos muy jóvenes y, naturalmente, nuestra mente entonces solo se enfocaba en las chicas, particularmente de nuestro entorno, y en la música.  Como creadores del grupo, nos auto-nombramos director y director musical, respectivamente. Luego de un año y pico, ambos nos movimos a otro grupo musical, que luego nombramos Impacto latino.  Ahí compusimos y arreglamos varios temas musicales, llegando eventualmente a tener un repertorio completamente original y ocupando las mismas posiciones de liderato que en el anterior.  Nos divertimos mucho en ese grupo y recorrimos gran parte del país con nuestros guisos.

Al pasar el tiempo, comencé en 1973 a estudiar derecho de noche, a la vez que trabajaba en el Banco de la Vivienda. Tras cuatro meses, contraje matrimonio con la madre de mis tres hijos mayores. Obviamente, no pude continuar con el grupo musical, pues también me había mudado a San Juan y eran demasiado actividades como para seguir en la música.  Al año siguiente, José Emilio comenzó por su parte a estudiar derecho en Ponce, aunque continuó con el grupo musical por algún tiempo adicional.

No recuerdo haber visto a José Emilio durante el período de mis estudios de derecho, salvo en una ocasión que el pianista que me sustituyó en el grupo contrajo matrimonio y me pidieron que lo sustituyera para amenizar un baile.  Nuestra relación, sin embargo, era la misma, por menos que nos viéramos y compartiéramos.  Al cabo de tres años, me hice abogado y al año siguiente también lo hizo José Emilio.

Cuando aprobé la reválida, intenté por un tiempo que me nombraran fiscal, pues, inicialmente, me atraía practicar el derecho penal. El gobernador de entonces, Carlos Romero, no me nombró, así que me fui a trabajar en el bufete de mi querido viejo a San Lorenzo y lo demás es historia que no viene al caso. Cuando José Emilio aprobó la suya, obtuvo un nombramiento de fiscal del gobernador Romero y fue a trabajar como tal en la ciudad de Arecibo. Un tiempo después contrajo matrimonio con Maritere, con quien procreó todos sus hijos.

José Emilio tuvo una carrera larga como fiscal en Arecibo. No muchos aguantaban el empuje de lidiar con criminales por más de cinco años. Creo que José Emilio estuvo un poco más de diez años como fiscal, al cabo de lo cual estableció su práctica profesional privada en Arecibo. Se me olvidó decir que, además de trompetista, el hombre tenía una voz espectacular y, además de cantar un par de canciones en nuestro grupo, formó con el tiempo parte de un grupo coral en la ciudad de Arecibo.

No coincidimos mucho con el pasar del tiempo; más bien poco. Nuestras vidas tomaron rumbos distintos y apenas nos veíamos en alguna que otra actividad del Colegio de Abogados. En una ocasión, cuando él fungía como uno de los fiscales del FEI, nos encontramos en Ponce en el 2001 y me dijo que estaba loco por haber establecido mi oficina en esa ciudad, siendo del área sureste. No le creí de momento, aunque luego del deceso de dos transmisiones de mi automóvil, un divorcio y varias siestas furtivas en la autopista, me convencí de que tenía razón, por lo que ahora la tengo en Caguas, más cerca de mi pueblito querido.

Tuve oportunidad de devolverle aquel golpe cuando nos encontramos en el restaurant El Faro de Arecibo y me dijo que iba a postularse como senador por el PNP, obviamente. Su oponente era el entonces senador del partido popular Dr. Julito Rodríguez, con quien yo había tenido varios encontronazos públicos en el tema de impericia médica.  Luego de decirle que estaba loco por meterse a la política, le deseé mucha suerte. Pienso ahora que mis deseos de entonces eran mayormente porque su éxito implicaba eliminar a Julito del escenario político, lo que hizo holgadamente poco tiempo después.

Ocho años han transcurrido desde que José Emilio obtuvo su escaño senatorial. No tengo que hablar de sus ejecutorias desde su escaño senatorial. Basta decir que, dentro del PNP, fue una voz independiente y seria. Esa postura que le ganó en el país el respeto de amplios sectores fuera de su partido, lo llevó a ser considerado por alguna gente como candidato ideal para asumir una posición en la más alta magistratura del país.  El que lo tenía que nombrar, sin embargo, no lo hizo.

Esa voz independiente y seria, creo que también le ganó la desconfianza y el repudio solapado del presidente del Senado Thomas Rivera Schatz y quizá del hardcore de su partido. Al final de ocho años como senador, finalmente fue privado de su escaño en unas primarias internas con un desconocido.

Hace unos días se bate en la opinión pública su nombramiento como juez para el tribunal de primera instancia. Luego de perder las elecciones generales, el gobernador Fortuño ha nombrado un montón de abogados para ocupar las plazas vacantes en el tribunal de apelaciones y el tribunal de primera instancia. Asimismo, ha nombrado docenas de personas para ocupar plazas de fiscales y puestos en juntas de directores de agencias públicas. La opinión pública se ha levantado en masa, cuestionando la moralidad y oponiéndose al centenar de nombramientos, aunque hayan sido hechos legalmente.  Por ese chorro se ha ido también el de José Emilio, a quien todos en el país, con mucha razón, reconocen como el mejor nombramiento efectuado.

Un vistazo a la experiencia y preparación de los nombrados por el gobernador saliente a las distintas posiciones vacantes en la judicatura, me hace pensar que no se le está haciendo justicia a José Emilio. Quizá él crea lo contrario, no sé. Reconozco que sería muy difícil actualmente reiniciar la práctica privada de una profesión que, cuando comenzamos, mi viejo decía que estaba saturada, aunque estoy seguro que volvería al éxito profesional que interrumpió por el llamado de la vena política.  Irrespectivo de cual sea la razón, aún así me entristece que su nombramiento merecido, como juez, haya caído en la vorágine de nombramientos post electorales que han sido calificados como premios de consolación y de “atornillamiento” a los perdedores, bautizados con el PNP.  Es un carimbo que, desafortunadamente, tendrá que cargar por el tiempo que le quede de su vida profesional.

José Emilio posee temperamento judicial, inteligencia y prudencia y no dudo que sea confirmado finalmente por el senado de su partido.  Estoy seguro que, como juez, mejor que muchos de los nombrados, honrará la toga como la ha honrado durante toda su vida profesional, enorgulleciendo a doña Chéfin, a toda su familia y amistades cercanas, incluyéndome. Tal vez él piense que su nombramiento como juez es un honor que le hace el gobernador; en otras circunstancias yo hubiese coincidido con él pero hoy tengo dudas.  Por esa razón, no sé si felicitarlo o expresarle mi pésame. Tendré tiempo para decidirlo, nos vemos poco.



miércoles, 3 de octubre de 2012

MORDAZA A LA ORDEN ... de Fortuño

Ya hace un tiempo advertí que el gobierno estaba empujando administrativamente - y bajo el radar - los topes a las compensaciones de impericia médica en Puerto Rico. Los mismos topes que no se han podido aprobar por la vía legislativa a través de diez años, bajo distintas administraciones, gracias a la militancia de la Asociación de Víctimas de Impericia Médica (AVIM).  Estos topes no benefician sino a los médicos, déjense de bobadas.

El Colegio de Médicos contó inicialmente con la ayudita del representante Rafael García bajo el gobierno de Sila Calderón.  Bajo el gobierno de Aníbal Acevedo Vilá, contó con la mano pesada del senador Julito Rodríguez, ambos profesionales médicos metidos a políticos y electos por el Partido Popular Democrático. Una y otra vez, las expectativas del Colegio de Médicos y de estos distinguibles legisladores del patio chocaron contra la muralla de la AVIM, dirigida en distintas fechas por padres de niños víctimas de la mano negligente.  La potente voz de las víctimas se ha alzado y ha prevalecido solita, sin la ayuda ni colaboración de los legisladores de ambos partidos que se han turnado en el poder.

A principios de este cuatrienio, el gobernador Fortuño le hizo una promesa al Colegio de Médicos de que impulsaría legislación en el tema de impericia médica, entre otras limitaciones de derechos del paciente, para imponer un tope a las compensaciones no económicas, nuevamente de $250 mil, además de brindarle un derecho a hogar seguro a a las residencias de los médicos, para que no pudieran serle embargadas, en caso de ser culpables por impericia.  En una especie de quid pro quo, se aprobó el derecho a hogar seguro, no solo a los médicos sino, inteligentemente, para no discriminar, a favor de toda la población titular de residencias en el país.  En esta ocasión el presidente del Senado Tomás Rivera Schatz y la senadora Lorna Soto, tronaron en contra de esas intenciones y la medida de los topes volvió a colgarse. La AVIM y los pacientes tuvieron en esos senadores del PNP aliados incuestionables.

En 2009 se aprobó una ley para facilitar el centro de trauma de Mayagüez contara con el beneficio que tienen las facilidades hospitalarias y sus médicos. Esto es, extender a este centro de trauma los beneficios de inmunidad y tope de $75 mil a todos los daños que se les reclamaran por algún evento de impericia médica o de negligencia hospitalaria.  Ello, bajo la premisa de que los pacientes de traumas severos del área oeste se quedaran allá y fuesen tratados por los médicos especialistas de trauma, sin necesidad de ser trasladados al centro médico de Río Piedras, causando un hacinamiento innecesario en esa facilidad terciaria. Aunque muchos vimos esta medida con cierto recelo, fue aprobada sin mucha objeción porque, en principio, el propósito no se podía cuestionar mucho.

Armados con la legialación que lidiaba con el tema del centro de trauma, el gobernador y el Secretario de Salud se percataron de lo que los abogados llamamos un pequeño ‘loophole’ en la ley y se dispusieron a abrirlo a nivel de boca de dron. Esta vez, extendiendo por reglamento, la concesión de los beneficios de la ley de pleitos contra el estado (inmunidad y topes) a alrededor de diez hospitales privados, hasta ahora, regados por todo Puerto Rico.

Percatada del abuso y uso de poder excesivo o ultra vires que estos funcionarios hicieron aparentemente de noche, bajo el radar, la AVIM pautó anuncios radiales, persiguiendo que Fortuño revocara el reglamento aprobado por el Secretario de Salud y, por tanto, eliminara los beneficios concedidos a estas entidades hospitalarias privadas. Esos anuncios duraron poco porque fueron efectivos.

Tan efectivos fueron los anuncios de AVIM que un funcionario llamado Manuel Torres, contralor electoral de reciente cuña, los prohibió unilateralmente, sin vista, catalogándolos de anuncios políticos que requerían un permiso previo de la comisión electoral.  En otras palabras, este pequeño funcionario amordazó a la AVIM, so pretexto de que requería que se les certificara y se le expidiera un permiso previo para pautar estos anuncios. Una censura previa desnuda, sin precedente alguno en Puerto Rico.

Múltiples han sido los argumentos levantados públicamente de carácter constitucional y social, incluso por AVIM ante la corte federal, mediante un pleito radicado ayer 2 de octubre en contra del censor electoral Torres.  Dos abogados constitucionalistas de renombre en el país, Carlos Gorrín Peralta y Carlos Ramos, han levantado también banderilla roja, exponiendo los derechos constitucionales especificamente lesionados.  Profesores universitarios y asociaciones de la prensa del país han dictado cátedra, uniéndose a la voz de protesta. Líderes políticos han expresado su oposición a la medida de mordaza o censura previa. Nada han dicho, sin embargo, Rivera Schatz ni la senadora Soto, otroras disque defensores de los pacientes.

El pleito federal de AVIM persigue sustancialmente que se ordene a dicho contralor electoral abstenerse de prohibir dichos anuncios, ya que su directriz violenta el derecho de expresión de la AVIM, como una entidad que carece de fin político sino que tiene una agenda social privada, en pro de las víctimas de impericia médica y de los pacientes en Puerto Rico. Si es que el pequeño contralor y Fortuño no rectifican, la AVIM eventualmente prevalecerá, porque, difícilmente, un juez federal pueda validar una jaibería política de esta magnitud, dicen algunos, decisión peregrina y brutalidad dicen otros.

Esta directriz del pequeño contralor imponiendo mordaza, la emite para proteger al gobernador Fortuño. Es obvio que los anuncios han dado duro y han calado fuerte en el país contra su imagen y su actitud, ya evidentemente crónica, de proteccionismo a rajatabla en favor de los médicos e instituciones hospitalarias, bajo la excusa hipócrita y patética de que beneficia a los pacientes.  Mientras, sorprendentemente para este autor, el presidente del Senado y la senadora Soto hacen mutiz.  Mientras no condenen esta MORDAZA, estos senadores son percibidos como simples políticos, haciendo causa común con el presidente de su partido político, en contra de los pacientes, a quienes en una ocasión protegieron. 

No hay mucho tiempo; si los senadores no hablan, el peso de la opinión del paciente no solo recaerá en Fortuño sino también en su contra.  De igual manera, pensaremos que, en época eleccionaria, 'Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?

Nota 5 de octubre
A las pocas horas de colgar este post, y no necesariamente porque el hombre lo leyó, el "contralor electoral" dio una virazón y se autocensuró. O sea, dio un paso atrás y revocó la censura previa o su prohibición para que AVIM pautara sus anuncios.  Digo que fue un paso atrás porque, según dijo, la investigación sigue y si se evidencia que AVIM "no cumplió con la ley" expedirá nuevamente la prohibición. Es decir, resucitará su censura o, lo que es igual, se des-autocensurará.  Mientras, el pleito federal debe seguir, porque lo que pretende hacer este funcionario no está nada bien y es contrario a lo resuelto por el mismísimo Tribunal Supremo de los federicos. Ya el tiempo dirá qué pasará. ¿Los senadores? Chitón.

5 de octubre PM
El juez federal Daniel Domínguez, aunque no dio paso al injunction preliminar, por académico, decidió mantener el pleito vivo ya que los issues constitucionales, sobre violación de derechos civiles, siguen estando en controversia. BRAVO!!

martes, 7 de agosto de 2012

Natalia

Este artículo no es de impericia médica o de negligencia hospitalaria en Puerto Rico. Trata de un médico sensible a las necesidades de su paciente; trata además, de ella y de su bebé.

Por una testarudez del médico que la atendió en su primer embarazo, mi hijastra tuvo una cesárea innecesaria. De esas cesáreas de las que, a última hora, el obstetra impone su decisión, simplemente porque le da la gana, por no amanecerse o por temerle a una demanda de impericia médica y solapadamente extorsiona implicando que la bebé puede sufrir daños.  Ante esa presión indebida, en un momento como ése, ¿quien se niega?  En el caso de mi hijastra, por el chorro se fueron con ese obstetra los parámetros médicos aceptables y adecuados para concluir un proceso natural de parto y terminarlo mediante una cesárea.  Después de un tiempito lo agarramos bajando, pero esos son otros veinte pesos.

Luego de esa experiencia traumática para todos en la familia, no solo desde el punto de vista físico sino emocional de mi hijastra, ella quedó nuevamente embarazada, habiéndose mudado antes a los Estados Unidos con su esposo y su hijita de cinco años.  Estaba decidida a tener un VBAC (parto vaginal luego de una cesárea) y se lo comunicó así al obstetra que trató su embarazo y eventual parto, Dr. Marc Wilson.

Al cabo de 40 semanas de gestación, rompió membranas como el preámbulo natural al parto que se avecinaba. Eso ocurrió alrededor de las 9:00 de la mañana de ayer, 6 de agosto. Mi esposa Joanna, que la acompañaba, dejándome solito, me informó del evento, diciéndome, además, que acudirían próximamente a la sala de parto, aledaña a la oficina de su médico. A este también lo llamarían para asegurarse que él la atendiera en su parto y no uno de sus socios, con quienes no había tenido relación alguna en sus visitas prenatales.  Así hicieron, activándose de momento todos los celulares de la familia íntima y extendida, de aquí y de allá. Como era de esperar, la noticia del parto que se avecinaba nos alegró y emocionó a todos.

Una vez en sala de parto, le practicaron los exámenes pertinentes y, no habiendo aún dilatado completamente ni borrado su cérvix, la mandaron a caminar. Pacientemente lo hizo, esperando a su médico que la vendría a examinar alrededor del mediodía.

Cerca de las 5:00 de la tarde, la parturienta aún estaba en seis centímetros, lo que advertía que el parto iba a durar unas cuantas horas adicionales. Las enfermeras le dieron una bola para hacer unos ejercicios.  Las contracciones, sin embargo, se habían intensificado y eran recibidas por todos con alegría, porque auguraba un proceso normal.  Bueno, lo cierto es que fueron recibidas con un poco de menos alegría por la parturienta, que ya daba signos de agotamiento físico.

La familia examinaba "con rigor científico" los trazados del monitor fetal que nos mandaba mi esposa por mensaje de texto. Notábamos que los picos eran altos, lo que evidenciaba que las contracciones eran sabrosas e intensas. Más importante aún, evidenciaban que los latidos del bebé eran fuertes y regulares, dentro del parámetro normal, alrededor de 140 latidos por minuto. La parturienta estaba realizando una buena labor de parto y el bebé esperaba en la caja de bateo, ansioso por salir.

Pasaron unas cuantas horas adicionales. En el ínterin, su dilatación se pasmó, llegando a cerrar un poco, lo que motivó una orden de pitusina.  El optimismo del médico, sin embargo, era notable, inyectando de positivismo a la parturienta y a mi esposa, la aprendiz de comadrona, que en silencio tenían "flashbacks" del evento de hacía cinco años.  A las 10:07 de la noche la parturienta llegó a 10 centímetros de dilatación, con el cuello del útero completamente borrado, lo que significaba autorización para pujar; pujos que había aguantando desde hacía rato.

No sé si en Puerto Rico el VBAC se hubiese dado. Mi intuición me dice que no, no obstante la concienciación que está siendo creada actualmente por diversos grupos de presión, como "Inne CESAREAS".  Probablemente en el momento que la dilatación se pasmó el médico hubiese ordenado una cesárea, cercenando las ilusiones de la madre y su familia de un parto vaginal.  Ojalá que esto cambie pronto en nuestro país para beneficiar a otras mujeres que, como a mi hijastra, le practicaron una cesárea innecesaria. Ojalá crezca el número de médicos sensibles a las necesidades físicas y emocionales de sus pacientes. Ojalá se acaben las demandas de impericia médica, aunque ello signifique que tenga que dedicarme a otra cosa.

A las 10:21 de la noche, luego de tres buenas contracciones y varios pujos, nació una hermosa bebé. Con todo y VBAC, la bebé pesó 9lbs y 5oz y midió 21 1/2 pulgadas.  Al instante volaron por el ciberespacio las fotos de la recién nacida y su madre creando el "bonding" con ella. 

desde el otro lado del charco me hicieron abuelo nuevamente y le pusieron de nombre NATALIA ISABEL. Mi querida viejita, que nos acompaña a mí y a mis hijos en nuestros corazones, también se llamaba Natalia, así que mi contentura es múltiple.  Quizá la de ella también, que, además, su tía favorita y una de las mías, se llamaba Isabel. 

Felicitaciones para la familita.  Mucha salud para la madre y su nueva beba; largos años de vida para mi nueva nietecita, que me llamará también: Papabú, !qué dinda!