En mayor o menor grado, todos hemos
ido a algún hospital en Puerto Rico, aunque sea para visitar a un paciente que busca
servicios de salud. En caso de una emergencia, no hay billete que pague
montarse en un avión y coger la ‘juyilanga’ para procurar ese servicio en los
EEUU. Aunque haya el dinero, el tiempo apremia en una eventualidad donde esté
en juego la integridad física y hasta la vida. Cuando no hay una emergencia,
sin embargo, siempre existe para algunos afortunados, la opción del avión.
Todos conocemos personas que han optado por procurar servicios de salud en ese
país.
Haciendo
abstracción total de las estadísticas que, confieso, no he buscado, y de los costos
absurdos, EEUU tiene la reputación de tener uno, quizá el mejor sistema de servicios
de salud en el planeta. A ese país acude gente de todo el mundo e idiosincrasias
a estudiar medicina, y todas sus especialidades y subespecialidades habidas y
por haber. Por tanto, en ese país muchos médicos se quedan y llevan o hacen
familia; el resto se regresa a su país de origen.
Según
he leído hoy, este próximo domingo Guillermo Lasso, presidente de Ecuador, se
propone viajar a Miami, EEUU, para someterse a una cirugía electiva para
mejorar su movilidad y soltar el bastón que ha tenido que usar por siete
años, tras un accidente y posterior hospitalización en la cual fue objeto de
una impericia médica en su país. La cirugía, dicen, es de “mediana complejidad”,
consistiendo en eliminar un quiste alojado en su área lumbar, tras la cual
retornaría a sus funciones tan temprano como el próximo 30 de junio.
La
cirugía de “mediana complejidad” del presidente Lasso, supone la intervención
de un neurocirujano, ya que cualquier desvío del área quirúrgica con el
escalpelo, lo puede dejar parapléjico para el resto de sus días. Es de público
conocimiento la eliminación de la residencia de neurocirugía de nuestro
principal recinto de ciencias médicas en la Universidad de Puerto Rico. Ello
implica que no habrá nuevos neurocirujanos en nuestro querido país, al menos
antes de 2030, si es que somos optimistas. Claro, el gobierno o los hospitales
de Puerto Rico pueden importar neurocirujanos de EEUU y pagarles un salario no
menor de medio millón de dólares anuales. Con la situación fiscal precaria del
gobierno y el llantén financiero de los hospitales privados, imaginar esa
posibilidad provoca risa. Lo que lleva obligatoriamente a preguntarnos: ¿cuántas
personas en Puerto Rico podrían gestionar los servicios de un neurocirujano
para un tipo de cirugía, no digamos del cerebro, sino una de “mediana
complejidad” como la que hemos descrito del presidente ecuatoriano? Ciertamente
no muchas personas en Puerto Rico sin seguro médico podrían pagar los
honorarios de una cirugía del cerebro sin seguro médico, que podría fluctuar
entre $50 mil a $150 mil dólares, sin contar con los servicios de
anestesiólogo, anestesista, servicios ancilares de imágenes y otros, y el
período hospitalario y de recuperación.
Para una simple cita rutinaria con
un especialista en oídos, nariz y garganta (otorrinolaringólogo) o un
oftalmólogo, tienes que esperar varios meses. Hay muchos dentistas que no están
aceptando nuevos pacientes, particularmente en este período de pandemia. En
fin, para hacer una cita con un especialista en Puerto Rico, debes esperar
varias semanas, quizá meses. Medicare no paga servicios dentales, así que,
imagino, quieren a todos los viejos, pero mellaos.
Nuestro país viene sufriendo de un éxodo
de miles de médicos, que ha sido constante desde 2010. A pesar de lo que
siempre han alegado los presidentes del Colegio de Médicos de Puerto Rico desde
hace dos décadas, no son las demandas de impericia médica que los agobian.
Estas radicaciones se han mantenido estables en los bajos 300 casos anuales,
según estadísticas de la OAT. Frustrados primordialmente por el pedacito del “pie”
que les llega, luego de que los planes médicos le pagan - poco y de manera
morosa- un gran número de buenos médicos han decidido emigrar hacia los EEUU,
incluso empleándose en hospitales ubicados en reservaciones indias o en lugares
de pobre acceso, donde, a diferencia de nuestra Isla, reciben salarios que no
pueden rechazar. Otros obtienen sus especialidades en ese país y no regresan. Todos
se mudan con familia y bártulos, para hacer vida familiar y social en ese país,
a pesar de que el nuestro asumió en su momento la mayor parte del costo real para
obtener su grado médico.
Lo que he mencionado versa solamente
de los profesionales médicos. Ni hablar del personal de enfermería y servicios
ancilares que actualmente reciben salarios exiguos de los hospitales,
propiciando en bastantes ocasiones turnos asfixiantes y mal pagados y su propio
éxodo en busca de mejor calidad de vida. Ello, en perjuicio de la atención y
cuidado que merece todo paciente que va en busca de servicios médico-
hospitalarios en nuestra bendita Isla Grande, porque la chiquita Vieques ni con
un hospital cuenta.
El futuro de nuestros servicios medico-hospitalarios
no puede ser mas preocupante, particularmente para la gente que carece de
medios económicos en un plan de salud gubernamental que deja mucho que desear,
que es la mayoría de la población. Las companias de planes de seguros medico
hospitalarios parecen ser intocables por los distintos gobiernos con sus
legislaturas en mediano y a corto plazo. Los médicos seguiran cogiendo la ‘juyilanga’
y nuestros hospitales seguirán con su llantén. No solo los médicos y hospitales
son rehenes de los planes de seguro de salud en Puerto Rico. ¿Quié con un trauma cerebral severo o una aneurisma tendrá servicio de neurocirugía de emergencia en Puerto Rico?
Somos todos rehenes
de servicios de salud deficientes, porque, a pesar de ser un derecho en Puerto Rico, poco a
poco se ha convertido en un privilegio.