No voy a comenzar hablando de impericia médica en Puerto Rico. Vean como me comporto.
Una de las obras del británico Shakespeare que visité me tocó personalmente, obviamente cuando no estaba tocando la guitarra en Peyton Place en mis estudios en la Universidad de Puerto Rico. Como respuesta a la exclamación de un personaje central que decía: "que maten a los abogados", otro contestó que los abogados son un mal necesario, con el que "tenemos que vivir".
Desde hacía un tiempo, ya había decidido seguir los pasos de mi padre y mentor en el ejercicio de la abogacía y hacer la incursión en los estudios que han regido mi vida profesional.
Algunos pueden pensar que somos un mal necesario o sencillamente un mal. Por razones obvias estoy prejuiciado y no creo ninguna de las dos aseveraciones, aunque puedo argumentar logicamente y sin apasionamiento mis puntos de vista. Creo que los abogados constituimos el medio idóneo para que los indefensos o más débiles en la sociedad en que vivimos logren justicia a sus reclamos. Aunque sea soslayadamente, caigo siempre en el tema de la impericia médica; no tengo remedio.
La fiscalía federal acaba de añadir en estos días medio centenar de acusados a la lista de alrededor de ochenta médicos imputados de fraude en la obtención de sus licencias para practicar la medicina en nuestra pequeña Isla del Encanto. Como si fuera poco, hasta dos ex presidentes del benemérito Tribunal Examinador de Médicos cayeron en la última redada de los federicos. Por otro lado, la pobre renunciante presidenta del Colegio de idem la debe estar pasando muy mal con las imputaciones serias que se le hacen publicamente a diario sobre asuntos nebulosos durante su incumbencia en el colegio y más recientemente, imputarle hasta gestionar arreglos a su automóvil con la tarjeta de crédito del gremio o club que dirigía y que poseía como parte de su generoso estipendio como titular. En fin, que llueve y no escampa para la clase médica en Puerto Rico.
¿Qué pasa con los médicos del país?
Para que no crean que soy un prejuiciado, sostengo que, afortunadamente, los imputados de delito y los que están en boca de todos en este momento representan solo una exigua parte de los médicos de este país; la mayoría abnegados y entregados a su vocación de atender bien y profesionalmente a sus pacientes, con sensibilidad y conocimiento, aunque en el fin de semana prefieran atender sus cosillas personales. Sin embargo, por nada del mundo se me ocurriría decir que "maten a los médicos" ni que estos profesionales de la salud son un "mal necesario".
Desde hace tiempo unos pocos hemos abogado por un escrutinio serio de la profesión médica. En ocasiones en foros públicos, en contra de la corriente, fustigados por unas relaciones públicas muy bien orquestadas y pagadas. En otras lo hacemos a nuestro modo, en nuestro gallinero: trayendo a los tribunales a quienes han ocasionado daño a sus pacientes mediante su impericia o negligencia.
La fiscalía federal acaba de añadir en estos días medio centenar de acusados a la lista de alrededor de ochenta médicos imputados de fraude en la obtención de sus licencias para practicar la medicina en nuestra pequeña Isla del Encanto. Como si fuera poco, hasta dos ex presidentes del benemérito Tribunal Examinador de Médicos cayeron en la última redada de los federicos. Por otro lado, la pobre renunciante presidenta del Colegio de idem la debe estar pasando muy mal con las imputaciones serias que se le hacen publicamente a diario sobre asuntos nebulosos durante su incumbencia en el colegio y más recientemente, imputarle hasta gestionar arreglos a su automóvil con la tarjeta de crédito del gremio o club que dirigía y que poseía como parte de su generoso estipendio como titular. En fin, que llueve y no escampa para la clase médica en Puerto Rico.
¿Qué pasa con los médicos del país?
Para que no crean que soy un prejuiciado, sostengo que, afortunadamente, los imputados de delito y los que están en boca de todos en este momento representan solo una exigua parte de los médicos de este país; la mayoría abnegados y entregados a su vocación de atender bien y profesionalmente a sus pacientes, con sensibilidad y conocimiento, aunque en el fin de semana prefieran atender sus cosillas personales. Sin embargo, por nada del mundo se me ocurriría decir que "maten a los médicos" ni que estos profesionales de la salud son un "mal necesario".
Desde hace tiempo unos pocos hemos abogado por un escrutinio serio de la profesión médica. En ocasiones en foros públicos, en contra de la corriente, fustigados por unas relaciones públicas muy bien orquestadas y pagadas. En otras lo hacemos a nuestro modo, en nuestro gallinero: trayendo a los tribunales a quienes han ocasionado daño a sus pacientes mediante su impericia o negligencia.
Algunos pueden creer que los abogados que estamos en esta práctica profesional lo hacemos por el dinero; en verdad me importa un bledo si así lo creen. No soy ingenuo, sin embargo. Puede que haya uno que otro abogado que, con esa meta en mente, esté radicando demandas en favor de víctimas de impericia médica. Pero aún si así fuere, aunque sea por carambola, es necesario reconocer la gran labor social que todos hacen por medio de la presentación del millar de demandas de impericia médica que se radican en los tribunales en Puerto Rico.
Nuevas medidas de seguridad en beneficio del paciente son implantadas en la profesión médica y, sobretodo, en los hospitales, debido a las demandas. Demandas que, en su origen, no persiguen otra cosa que la de equiparar a la víctima de impericia médica con su victimario mediante una compensación económica justa y razonable, que es la única manera establecida en nuestro sistema judicial para hacerlo. Y, créanme, hay otros países que los meten presos, que es lo que se debería hacer aquí en algunos casos . . . , con algunos médicos. Para bien o para mal, largo es el trecho recorrido desde Hamurabbi.
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