He sido abogado en
muchos casos de impericia médica y de negligencia hospitalaria relacionados con
niños y niñas que le han diagnosticado daños cerebrales severos, a causa de un
mal manejo médico alrededor de su nacimiento. No son casos fáciles de litigar.
Sin embargo, probar la negligencia del médico que priva a un bebé de una vida
saludable, da mucha satisfacción. Verlos crecer con el producto de la ayuda que les he brindado para procurarse justicia, es algo indescriptible.
Los padres vienen a
mi oficina muchas veces confundidos, en su mayoría aturdidos aún con el
diagnóstico que un neurólogo ha hecho a su pequeño. Llegan, además, frustrados y
algunos con mucho coraje con el médico o el personal de hospital a quienes les
confiaron sus vidas y la de sus hijos por nacer.
Estos padres llegan conociendo
sobre la condición, bien porque se la han explicado o porque han buscado información
por su cuenta. Llegan también con la sospecha de que la negativa de muchos de
los médicos a darles cara y explicarles lo ocurrido tiene que ver con la
comisión de la negligencia de alguno de ellos. "Los médicos se tapan unos
a otros" es la frase que con mayor frecuencia escucho en mi oficina.
Ya han experimentado lo
que hace la condición con la vida de sus hijos o hijas. A través de estos, los
padres han experimentado muchos de los signos de la condición como son la
tensión muscular o los espasmos, movimientos corporales involuntarios,
disturbios en la manera de caminar y en la movilidad, percepción sensorial
anormal, ceguera o algún grado de incapacidad en la visión, en el oído y en el
habla y las convulsiones. Con cada signo característico de la condición de sus
hijos estos padres sienten como se les cae un pedazo de su corazón.
Ambos padres llegan contagiados
con el amor incondicional hacia esa criatura especial que les dirige, a cambio,
una mirada con un brillo especial, que sirve de dínamo emocional y que es capaz
de hacerlos mover cielo y tierra para procurar su bienestar y justicia. Ese
amor del que he sido testigo con este tipo de caso no deja de conmoverme profundamente e
invariablemente, también me contagio.
Una vez he sido
contagiado con el amor que estos padres prodigan a sus hijos especiales, es
fácil para mí, como abogado, comprender de todo lo que son capaces en la
búsqueda de una mejor calidad de vida para sus hijos. Se me hace más fácil
entender como están muchas veces dispuestos a abandonar el gran apoyo emocional
que les pueden brindar a ellos sus respectivas familias en Puerto Rico para ir
en busca de las ayudas necesarias en beneficio de su hijo, que no encuentran o
es muy difícil encontrar en nuestro País. Son clientes cooperadores y puntuales
en la litigación, ayudándome así en mi búsqueda de una justa compensación para
la familia, que les procure suficientes ingresos para sufragar los altos costos
de un indispensable cuidado especializado de por vida para sus hijos.
A medida que pasa el
tiempo, como su abogado y quizá un poco, como amigo, me hacen partícipe de cada
progreso de sus hijos, por pequeño que éste sea. Como hizo una de ellas hace
unas horas, me narran sobre las múltiples e indispensables citas médicas, las
distintas cirugías a las que son sometidos, sus terapias físicas; en fin, todo
lo relacionado a sus hijos. Y me gusta que lo hagan; no solo porque es útil
conocerlo para el caso que se puede estar tramitando. Lo hacen con orgullo y
emocionados ante la esperanza, que nunca pierden, de que sus hijos vivan una
mejor calidad de vida. Aunque no lo hayan asimilado completamente por la
juventud que aún poseen, todo lo hacen motivados con la idea de que, en su
ausencia, ese hijo o hija pueda llegar con el tiempo, en gran medida, a valerse
por sí mismo. Durante todos estos años he aprendido que este tipo de motivación
mueve montañas y solo se produce en almas buenas.
En ocasiones me
pregunto qué azar de la vida puede explicar que angelitos como estos les toque
vivir condiciones tan especiales como la perlesía cerebral, espina bífida,
síndrome de Down, de Turner y tantas otras que tocan de cerca a mucha gente. Me
pregunto qué razón pudiese haber para que determinados seres humanos les toque
vivir estas situaciones tan difíciles y de tanta entrega incondicional con sus
hijos.
Aún busco respuestas
terrenales y lógicas a muchas interrogantes que quizá solo existen en el
terreno de lo espiritual; no lo sé. De lo que estoy seguro es que detrás de cada niño o
niña especial existe un padre y una madre especial.
**A todos esos padres y niños
especiales que han depositado su confianza en el autor.
Nota: para otros ensayos del autor sobre el tema de la perlesía cerebral y la
impericia médica puede visitar: http://impericiamedica.blogspot.com/2008/01/la-perlesa-cerebral-y-la-impericia.html y http://impericiamedica.blogspot.com/2009/01/la-perlesa-cerebral-y-la-impericia.html
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