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jueves, 30 de mayo de 2013

Cuando yo sea grande

Siempre recordaré mi graduación de primer grado del Colegio San José de mi pueblo de San Lorenzo.
Pienso que mi disposición a hablar en público, muchos dirían: lo sobrao' que era, me colocó en  la posición  de "maestro de ceremonias", lo cual debía haber sido una distinción un tanto rara para un niño de seis años.   En esa graduación un amigo de mi infancia, ahora miembro de la cámara de representantes de nuestro país, recitó de memoria un poema, cuya primera estrofa, según la dijo, jamás he olvidado: "Cuando yo sea grande, me compraré un perióquido".  

Hace tiempo que ese amigo ya es "grande" y, seguramente, habrá comprado en su vida muchos "perióquidos", al igual que lo he hecho yo, aunque hace unos cuantos años prefiero leerlos a través de la pantalla de mi computadora.  Más pronto que tarde, mi amigo y yo pasaremos de ser "grandes" a ser viejos.  Mientras eso ocurre, las noticias publicadas en los distintos rotativos del país sobre esa llamada tercera edad no son agradables, por el contrario, son sumamente preocupantes, particularmente en el tema de la salud.

La esperanza, a medida que la persona va llegando a su vejez, es poder pasar el ocaso de su vida con la mejor salud posible, tener una vida activa, estable económicamente y con todas sus necesidades principales, como la vieja canción: ropa, zapato, casa y comida, completamente satisfechas.  Muchos llegan a esa edad "dorada" con dolencias y condiciones crónicas, que deben ser atendidas y manejadas por médicos y hospitales, preferiblemente, de su selección, a través del programa federal de Medicare. Sin embargo, contrario a sus mejores espectativas para una vida tranquila y saludable, muchos de nuestros viejos son hoy empujados a adquirir planes de seguros de salud, vendidos por compañías que sirven de intermediarias entre Medicare y los proveedores de servicios de salud.  Por ese servicio de "mediación" entre el que paga y el que recibe el billete, estas compañías de planes de seguros de salud reciben mucho dinero.

El periódico refleja  hoy día mucha tensión proveniente no solo de nuestros pacientes viejos, sino de los médicos, hospitales y servicios ancilares.  El paciente se queja porque sus condiciones de salud no son atendidas con la prontitud y el servicio que merece.  No hay más que entrar a algunos sitios en el internet, como el de Medicina Defectuosa, para leer las historias de horror que cuentan los pacientes de Medicare.  Los médicos y demás proveedores también se quejan porque no reciben la paga adecuada por sus servicios y por el embeleco de los hospitalistas criollos que, en muchas ocasiones, imponen criterios de hospitalización y estadía promovidos por su principal, que son, en ocasiones, ajenos a los mejores intereses del paciente y que, además, les han invadido terreno y mermado injustamente sus ingresos.  Por su parte, como si alguien en nuestro país les creyera, las siete compañías de planes de salud Medicare Advantage que hay en Puerto Rico aseguran en sus anuncios de medios que su prioridad principal es el paciente.

Salvo que cambie el sistema de salud imperante en Puerto Rico de forma radical, creo que las aseguradoras llegaron a nuestra Isla para quedarse. Hay que hacerse a la idea de que estas entidades corporativas complejas se quedarán de intermediarias en el sistema de salud.  La razón sencilla es que al gobierno federal le es sumamente conveniente despachar a otro el problemón que implica administrar los fondos que destina  para brindar los servicios médicos a los beneficiarios de Medicare con derecho a recibirlos.  Al gobierno federal le importa un bledo que estas compañías privadas, a quienes beneficia con estas franquicias, paguen a los  proveedores de salud de su red honorarios por servicio rendido ("fee for service") o de forma capitada ("capitation"). La agencia federal ha descartado incluso la recomendación del GAO para suspender programas experimentales por no haberse validado el propósito original de alcanzar la costo eficiencia.  Sencillamente no sé lo que les importa, pero pienso que se hacen de la vista larga y botan chavos a diestra y siniestra.

Dicho lo anterior, hay que estar claro: los pacientes de Medicare se hicieron, de una u otra forma, acreedores de servicios médicos y tienen derecho a recibirlos.  Sin embargo, existe la impresión equivocada, entre mucha gente, de que esos fondos federales representan una dádiva o regalía del gobierno de EEUU y como tal, "a caballo regalao' no se le mira el colmillo".

Nuestros viejos, pacientes de la tercera edad, merecen y tienen derecho al mejor manejo y tratamiento médico, a ser brindado por todos los componentes del sistema de salud.   Nos corresponde ahora, a los que hemos llegado a "grandes", monitorear y mantener la presión debida para que eso ocurra.  Por todos los medios a nuestro alcance hay que lograr que los viejos de ahora reciban ese cuidado que merecen, si es que nosotros queremos disfrutar de la vida ... cuando pasemos de grandes y seamos viejos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Entre "HOSPITALISTOS" te veas

Médicos, hospitales, pacientes y abogados de víctimas de impericia médica se encuentran del mismo lado, por primera vez en Puerto Rico, en el tema de los hospitalistas, o debo decir, ¿hospitalistos?  Sin el permiso de Pedro Scorza Viscal, médico y abogado, tomo prestada su definición de la figura del hospitalista, según estructurada en el país por un par de aseguradoras dedicadas a proveer planes de seguros de salud Medicare Advantage a nuestra población incapacitada y a la llamada tercera edad. 

Acertadamente, el doctor Scorza define los hospitalistas así: "internistas contratados por un plan médico en específico para servirle a la población de pacientes que acuden a ese hospital en específico.  Estos evalúan las consultas de sala de emergencia y admiten o dan de alta los pacientes. (Debo añadir, a veces sin ver al paciente). Si son dados alta, (los hospitalistas) reciben una bonificacion extra por cada caso, como incentivo. Si los admiten están cubiertos ya por el pago capitado mensual que reciben, no pueden facturar adicionalmente. Si mantienen las estadías promedios dentro de ciertos límites pre acordados, reciben bonificación extra estipulada por tablas de días/ pacientes, y cantidades acordadas".

Esta definición, tomada prestada al buen doctor, tiene varios elementos que vale la pena discutir, porque son eje de la controversia de todas las partes con esas aseguradoras de planes de salud.  El tema ha provocado desde insultos personales a médicos bien intencionados, alegatos de supuesta difamación, querellas formales a diversas agencias, una reclamación judicial de impericia médico-hospitalaria por la muerte de una beneficiaria de Medicare, supuestas investigaciones federales, reuniones de los representantes de hospitales con el CMS y muchísima publicidad pagada, con el único fin, a mi juicio, de controlar los daños ("damage control") que le han ocasionado toda esta publicidad en contra de sus intereses económicos.

De un tiempo a esta parte, estas aseguradoras han encontrado un gran nicho económico, actuando de intermediarios entre el gobierno federal que paga y el paciente que recibe los servicios médico hospitalarios.   Estas compañías han sido beneficiadas por cierto tipo de "franquicia" del gobierno de EEUU, a través de “Centers for Medicare & Medicaid Services” (CMS), que supuestamente regula, a la vez que aparentemente valida sus cuestionadas prácticas de negocio.  En los períodos de renovación de los planes “Advantage”, todos somos testigos de cómo estas aseguradoras privadas inundan el mercado publicitario para reclutar pacientes beneficiarios de Medicare, tal y como hacen los partidos y sus candidatos políticos en año electoral.  Esta gente le paga a ciertas figuras públicas para que, con sus sonrisas e imágenes positivas, ganadas a través de sus ejecutorias públicas a través de los  años, los endosen en anuncios en radio, televisión y prensa escrita.  El más famoso de estos endosos lo ha dado una reconocida y siempre querida figura de un  noticiario, jubilada de ese medio tras toda una vida frente a las cámaras televisivas.

La figura del hospitalista en EEUU es distinta a la definición criolla y no es mi propósito establecer cuáles son las diferencias entre una y otra.  Como parte de un llamado "programa de hospitalistas", las aseguradoras lograron acuerdos de servicios médicos, accediendo a muchos hospitales, con el propósito de integrar médicos de su selección o de la selección de unas entidades que se crearon para esos fines, a las distintas facultades médicas.  Estas entidades, se crearon simultáneamente en Puerto Rico y son corridas por ciertos médicos, naturalmente de la confianza de estas aseguradoras, con quienes tienen acuerdos económicos.  Estas corporaciones de servicios médicos, a su vez, contrataron grupos de médicos especialistas en medicina interna, que son los llamados "hospitalistas". 

Todas las instituciones hospitalarias de Puerto Rico aceptan e interesan brindar servicios médico hospitalarios a los beneficiarios de Medicare.  Después de todo, esta población es la más que requiere de cuidados médicos y hospitalarios, pues, naturalmente, tiene la salud más quebrada.  La única forma que tienen los hospitales para atraer esta "clientela", beneficiaria de Medicare Advantage, es a través de estas aseguradoras privadas, creadas bajo el palio protector de CMS y a través de las cuales, el gobierno federal paga por los servicios médicos a los beneficiarios. Los hospitales están sintiendo la presión de ser empujados a aceptar incluso médicos que no tienen privilegios como parte de sus facultades médicas y ya se han cansado.

No solo hospitales están que trina en contra de esta práctica.  Basta con mirar las noticias para conocer del descontento en Puerto Rico, a todo nivel, con esta figura del hospitalista. Los hospitales protestan, aunque algunos se la han tenido que chupar, pues es la única forma de brindar servicios a pacientes de Medicare Advantage. Los que no han accedido, han estado dispuestos a perder una porción grande de sus ingresos. 

El otro concepto que resulta altamente preocupante para el país, y que integra la definición dada al principio, es que estas compañías estén bonificando la no hospitalización de un paciente o que se dé de alta luego de un somero tratamiento en sala de emergencias,  Esta práctica, aunque pueda disfrazarse como que persigue una mejor utilización del plan médico, es alarmante porque, en el país donde el ave nacional resulta ser el ganso, incentivar económicamente a un médico por dar de alta o limitar los servicios médicos que pueda brindar, podría degenerar en la muerte de pacientes, como ha sido denunciado por un grupo de médicos en el espacio cibernético de Facebook al que llaman "Medicina Defectuosa". La medicina "defectuosa" del hospitalista, a mi juicio, resulta más amarga que la que predecía el anterior gobernador de Puerto Rico, que ya no veo por aquí.  Sin embargo, el gobernador que sí está aquí ha sido convocado por algunas de las partes en controversia a actuar, con la duda, expresada por algunos, de que un hermano suyo ostenta una posición en la alta jerarquía de una de las aseguradoras, cuya práctica es cuestionada.

En fin, la solución económica que complazca a hospitales, médicos y aseguradoras no es fácil ni está a la vuelta de la esquina. Para el jamón del sándwich, que siempre es el paciente, la vida discurre. . ., a su suerte.

Nota 27 de mayo de 2013
En una asamblea del Colegio de Médicos de Puerto Rico, celebrada el pasado sábado en Ponce, los galenos allí reunidos ratificaron sus objeciones a la figura del hospitalista, según implantada en nuestra Isla por varias compañías de planes médicos.  Me parece que a Medicare no les importa mucho la estructura de pagos (capitación o pago por servicio) que sea utilizada por las aseguradoras que reciben el dinero y que fungen de intermediarias y los médicos de sus distintas redes.  Creo que la implantación y consecuencias de políticas de pago a los llamados hospitalistas será lo que eventualmente se defina en los distintos foros; a ver si el gas pela.