viernes, 17 de agosto de 2007

Perfil de una víctima

Muchas he entrevistado como abogado; claro está, las que han quedado con vida luego de haber pasado por las manos negligentes de un médico o de algún personal hospitalario. Vienen a mí llenas de frustración, coraje y de impotencia por no poder hacer nada por sí mismas para, de alguna forma, lograr una retribución a sus sufrimientos. Llegan repletas de dudas sobre el evento que ocurrió y que les ha marcado de distintas formas sus vidas. Se han encontrado con médicos con caras largas y miradas esquivas que no les explican porque “ellos son los que saben de medicina” y el paciente o sus familiares no entenderían de todas formas.

La mayoría de los abogados y abogadas que defienden a los profesionales de la salud en los casos de impericia médica en su contra y, desafortunadamente, algunos jueces y juezas, tienen la percepción o, más aún, el convencimiento, de que a estas personas las mueve primordialmente el interés pecuniario. Sacar el más mínimo dólar al médico o a su aseguradora, con el fin de comprar cosas materiales, como casas, automóviles, botes, en fin, salir de pobres, piensan que es el dínamo tras las demandas de impericia médica.

No me caracterizo por ser ingenuo; quizá alguna que otra víctima de un evento de impericia médica está revestida de afán pecuniario. Sin embargo, aseguro que nunca me he dado con una de ese tipo o, al menos, de haberla habido, lo ha disimulado muy bien cuando hemos compartido en el plano profesional.

Gracias a los medios de comunicación, es conocido que, en Puerto Rico, la demanda debe ser presentada dentro de un año a partir de que se tuvo conocimiento del evento negligente. Por eso, en el mayor número de casos, las víctimas acuden a las oficinas de los abogados a tiempo para ello, en mi caso, con una relación escrita del suceso, como lo han vivido en carne propia. En razón a lo cercano del evento negligente, el abogado perceptivo nota el daño emocional por el que está atravesando y que trae la persona a esa primera entrevista. En ese momento lo prudente es dejar a un lado el lápiz y las notas y escuchar atentamente lo que nos tiene que decir la persona que busca nuestra ayuda.

El abogado debe determinar en ese momento si el daño emocional que sufrió y sufre ha calado profundamente en la persona que tiene ante sí. Independientemente de que haya o no un caso de impericia médica, el abogado debe velar por la salud emocional de ese cliente potencial y, si no lo ha hecho aún, aconsejarle ayuda profesional de un psicólogo clínico que lo canalice, si necesario, a un psiquiatra para ayuda farmacológica. Ello, aunque los abogados de la defensa le imputen a las víctimas que han ido al profesional de la salud mental debido a que les ‘conviene’ para el caso. La responsabilidad que asumimos respecto a ese cliente y el beneficio que puede lograr esa ayuda en la salud emocional de la persona pesa más que el posible perjuicio que pueda crear en la mente de un juzgador la idea de que el abogado le "asesoró" para ir donde un psicólogo con vista al caso.

Mucho se ha hablado del sistema compensatorio que rige en nuestro país para los casos de daños y perjuicios; género jurídico del cual forma parte los de impericia médica. Sin embargo, el sistema de tribunales, donde solo se logra una compensación económica a favor de la víctima y en contra de los médicos y hospitales negligentes, es el único foro que ha probado tener alguna eficacia y que las víctimas de impericia médico-hospitalaria tienen a la mano. Ello, sin perjuicio de algunos ‘pininos’ de la oficina de la procuradora del paciente. Aseguro, empero, que si se implantara un sistema adecuado para penalizar a los médicos con la suspensión o revocación de sus licencias para practicar la medicina y en algunos casos de impericia más serios y graves, con su libertad, menos demandas serían presentadas en los tribunales. Porque, después de todo, y de eso doy fe, lo que mueve a una víctima de impericia médica no es el dinero que logra como única retribución para sus daños.

4 comentarios:

Zaydeé Amanda dijo...

La sencibilidad de un abogado marca la diferencia en la vida de tantos seres humanos y en especial a los que hemos sido víctimas de la impericia médica. Ese es el caso de usted Lcdo.Velázquez.Usted es más que un gran abogado, usted es un gran ser con una gran calidad humana y con una luz brillante y especial.Usted me proveyó seguridad, me cuidó y me protegió como se protege a un hijo propio. Eso nunca lo olvidaré y lo llevaré en mi memoria para siempre. Mi familia y yo sabemos que usted es una persona seria , recta y digna de admiración. Su sencibilidad, humildad y sensatez lo hace distinto, sin hablar de su espíritu investigativo lo cual es sumamente sorprendente.Gracias por ver más allá de todo los eventos y por fijarse en detalles que a veces pueden ser pasados por alto, pero no a un abogado de su calibre!!
Eternamente agradecida,
Zaydeé Amanda y familia

La Doctora Dee dijo...

Parece difícil de creer pero en el sistema médico-jurídico las víctimas reales de impericia no son las que pensamos. Nuestro sistema avala la radicación de demandas por los resultados negativos de una evaluación o tratamiento por los resultados; por complicaciones que pueden surgir de los mismos. Sin embargo, ¿Qué sucede cuando la actuación de un médico fué negligente pero no hubo un resultado nefasto pues ese paciente decidió acudir a otro profesional que pudo resolver su problema? Como médico sé muy bien de lo que hablo pues en varias ocasiones he pasado por la no muy agradable experiencia de confrontar "compañeros" que no han hecho lo que tienen que hacer. En esos casos mis familiares y amigos han sido afortunados y me han llamado a tiempo... Y como no ha habido, gracias a Dios, esos resultados negativos no se ha podido hacer absolutamente nada. Y esos siguen por ahí... hasta que alguien paga con su vida, sus extremidades o su productividad y es entonces que se puede tratar de hacer algo.
Algunos médicos puede ser que sean muy simpáticos pero sus destrezas y conocimientos distan de lo que es ser competente. Esto sucede, lamentablemente, no sólo en PR sino también en los EU.

José Fernando Velázquez dijo...

No estoy seguro de lo que quiere implicar Dra. Dee, aunque voy a asumir que es de las buenas. Las víctimas de los eventos de impericia médico-hospitalaria sono y serán los pacientes. Quizá haya médicos, como parece ser usted una de esos, que arreglan entuertos de colegas. !y que bueno que hay de esos también que evitan que las cosas se salgan de proporción! Sin embargo, cuando la negligencia exista, a pesar de que no haya mayores consecuencias en la salud del paciente, debe ser denunciada en los foros apropiados, aunque la víctima (paciente) no reclame, bien porque no tenga interés o porque sencillamente no haya sufrido mayores daños. A mi juicio, y sé que es difícil y es más fácil decirlo que hacerlo, pienso que el no denunciar al MD negligente convierte al que calla un poco en cómplice silencioso.

DW dijo...

Perfil de un caso

Y sucedio que luego de haber pasado por manos negligentes, crei que me quedaba poco de vida. Frustrada, rabiosa, impotente y sintiendome muy enferma, tuve la sorprendente casualidad de encontrar quien me dirigiera a usted. Su proceder me fortalecio. Su respaldo me ayudo mucho en los dias cuando mi estado mental era tal, que cometi errores que ahora intento corregir.

Entonces, deseaba justicia. Tambien deseaba que lo que a mi me sucedio no volviera a suceder. Creyendo que moria, encomende mis cosas. Casualidad otra vez, que no encontre quien cremara a mis perros sino... Impotente, rabiosa y preocupada porque mi hijo menor no es totalmente independiente.

Luego de verlo en accion, me convenci de que luego de yo morir usted ganaria mi demanda. Me aterrorizaba pensar que mis hijos recibieran dinero que no sabrian manejar y que por ende resultaran presa facil del crimen. Impotente ante una muerte que creia segura, deseaba tiempo y salud. Al menos hasta dejar todos mis asuntos en orden.

De las cosas materiales que tenia, ahora tengo menos. Por ahora, algunas de mis cosas no encuentran el camino de regreso. Me da igual verguenza pedirlas que recordar porque las di. Aun, si nunca regresan, por ahora tengo vida y por cada momento que me quede, estoy agradecida.